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miércoles, 22 de junio de 2011

La importancia de meter la mano

Los sentimientos que el pueblo argentino y sus representantes despiertan en los mexicanos son todo menos la indiferencia. El amor a Borges, a Cortázar, a Bioy, el odio a los meseros de la Condesa que parece que te están haciendo un favor al servirte, la admiración por Yayo y sus éxitos variles, Fito Paez –amor y odio por igual–, las modelos y "actrices" que migran para hacer catálogos de ropa judía, los académicos que consideran su acento y sus malos modales fuente fundamental de su intelecto. 
Por cada mexicano que dice odiar a muerte, detestar todo lo que tiene que ver con la Argentinidad, hay siempre uno que le dice "puchos" a los cigarros, que empieza sus frases con "Y bueeeeno...", te dice vos y pone tildes incorrectamente en sus conjugaciones de segunda persona del singular. Es prácticamente una ley. Las generaciones van y vienen y el amor-odio a la argentinidad permanece para siempre.
Yo no podría decantarme por uno o por otro sentimiento, aunque me precio de haber experimentado experimentado ambos. Algunos argentinos me resultan detestables, especialmente muchos de los que migran a méxico con aires de conquistador, pero también creo que se comportan así precisamente porque los mexicanos lo permitimos. A otros les guardo un enorme aprecio, por lo que he aprendido junto a ellos y la buena ley que tienen. A Borges y a Cortázar, qué otra opción sino venerarlos hasta el fin de los tiempos.
Pero si en verdad queremos polarizar los ánimos, hablemos de futbol, y ya con ganas de armar pelea, de Maradona. Es increíble cómo el –para mi gusto– mejor futbolista de todos los tiempos, levante tanta animadversión, sobre todo en el país en el que se coronó campeón del mundo. Y aún más increíble ver cómo la gran mayoría de los mexicanos no se cansa de decirle marrano, cocainómano, tramposo, engreído, a pesar de no saber bien todo lo que hizo en y por el futbol mundial.


Hoy, hace 25 años, en el pasto sagrado del estadio azteca, Diego Armando Maradona marcó los dos goles más importantes en la historia del mundial. El primero, de una forma ilegal, poniendo la mano entre la cabeza y el balón; el segundo, humillando al equipo del país en el que se inventó el futbol. Lo curioso es que mucha gente sólo recuerda el primero, despotricando contra la "trampa" maradoniana, como si ellos fueran perfectos. Cuántas manos hemos metido así, tratando de arreglar las cosas como sea, y cuántas veces lo hemos logrado? Para mí, esa mano representa la naturaleza humana, artera, sucia, que a veces es necesaria para marcar la diferencia y para que después de todo, lo verdaderamente celestial, la redención de la belleza, nos alcance.
Salud por ambos goles, el de la trampa y el de la redención. Y salud por Maradona, a pesar de todo.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Al maestro, con cariño, o de los viejitos muertos a los que queremos tanto –y alguno que otro vivo–

Seamos honestos. Son para un poeta –y ya no digamos para un "joven -", "aprendiz de -", "escritor emergente" o "poeta en ciernes" como le guste más– muy pocas las cosas tan lastimeras y ominosas como andar buscando –o peor encontrar y pregonar– en sus propios textos, parecidos con tal o cual poeta. Que si las influencias, que si el tono, que si la naricita de la mamá y los ojos de la abuela. La obra se valida por sí misma –o no, que al final de cuentas es lo mismo–, se sostiene o no. Ya vendrán los críticos y académicos –Oh pepenadores de la poesía– a establecer linajes y árboles genealógicos.
De mejor gusto podría ser, en cambio, indicar con todo el respeto que se merecen, a aquellos monstruos poéticos a los que amamos, no por ser los mejores, por ser rudos o técnicos, sino precisamente porque son ellos y no otros los que nos conquistaron en el momento exacto, con el tono exacto. Lo que necesitábamos pues. Un lector que paga honores es un lector justo, agradecido, pero un poeta que se esconde en las faldas de sus mayores es un cobarde.
Dicho lo cual, me aventuro a decir que para mí Cortázar, Perec, Fernando del Paso, Rubén Bonifaz Nuño –Oh querido Boni–, Eduardo Lizalde, Amos Oz, Ernesto Cardenal  y Ramón López Velarde, representan, además de los únicos  superhéroes que me pueden quedar, ciertas etapas de mi vida que no hubieran sido las mismas sin ellos. Ustedes no están para saberlo, pero a los 16 años no podía salir de casa si no era con algo de Cortázar en la mano –fetiches de adolescencia, dirá usted– y a los 23 hubo una época en que, por culpa de Amoz Oz y de Ernesto Cardenal –así, seguiditos, aunados a una muy primera y muy fallida tesis– no salía de mi casa en absoluto. Don Rubén Bonifaz Nuño, más que poeta, más que leyenda literaria, me parece el abuelito intelectual que siempre he envidiado, cuya herencia genética explicaría ciertas tendencias a deprimirse por cualquier cosa. Eduardo Lizalde es el modelo de poeta machín que mantiene la precaución frente al "refinamiento" –refinamiento de los hombres…., y Perec es, simple y sencillamente el modelo de genio formal más alto al que uno puede, tan soñador uno, llegar a aspirar. 
Lo curioso es que hace más o menos un mes que mi fiebre lopezvelardeana –recaída, porque la primera fue hace como 3 años– se agotó, y como suele pasar con la mayoría de las cosas significativas en nuestra vida, dejó tras de sí un halo de deprimirseporcualquiercosa. Hasta que llegó Julio Torri. Con un librito de nombre coqueto y un montón de textos breves compilados en él (De fusilamientos, en el FCE), este viejito –porque después de leerlo, uno no se lo puede imaginar de otra manera– bien pudo haber escrito los último round y la vuelta al día de Cortázar, 50 años antes. El tipo es un verdadero maestro, tanto para el lector que escribe como para el que disfruta –categorías opuestas, lo sospecho. Tiene cosas adelantadísimas, cosas que, si en México dejáramos de admirar tanto y tan superficialmente a los argentinos –Fuera de Borges y de Maradona no hay nada, admitámoslo– sólo por el simple hecho de ser argentinos y no por lo que producen, y comenzáramos a leer por la obra misma con olfato por la genialidad, disfrutaríamos más nuestra vida, con menos complejos, con mejos voceos impostados –tan lastimero el mexicano que le dice Vos a un Tú como el poeta que se autoanaliza y lo proclama–, los tenés, buscás, decís que tanto daño le hacen a nuestras jóvenes mentes –hablo lo mismo de patito feo que  Tomás Eloy Martínez, que conste.
En fin, si quiere no me haga caso en mis declaraciones mexicaneras, con tal de que a cambio el lector se incline por Torri. Aquí algunas muestras, breves de origen, de la maravilla que es Julio Torri.

X hacía muchas explicaciones y salvedades pero en realidad no tenía nada nuevo que decir –usted disculpará la X, pero así viene el texto.

LEY de la salud mental: No sufras por cosas imaginarias.

JÓVENES EXISTENCIALISTAS: Se cambian opiniones, catarros, queridas.
Se elogian o se denuestan según el humor del momento.
Se enardecen o apaciguan en la medida de sus bien clasificados temperamentos y complejos.
Se casan, se divorcian o se amanceban conforme al viento que mueve las hojas.

El ciclista es un aprendiz de suicida.

UN TIPO. Lo que solía afirmar era falso las más de las veces, cuando no trivial. Su dialéctica, especiosa; su énfasis, innecesario; patente su ignorancia de todo... Pero ¡Qué tono de voz estupendo!¡qué porte tan científico! Nunca se vio en un sabio auténtico mejor estilo, mayor aplomo, superior actitud, más noble seguridad

LOS ESPÍRITUS puramente lógicos, los dialécticos, son los más dañinos. La existencia es ya de suyo de lo más ilógico y milagroso. En el engranaje silogístico perfecto y ruin de un abogado ergotista muchas instituciones jugosas y lozanas se prensan y destruyen. Líbrenos los dioses de estos malos bichos, teorizantes, fanáticos, rectilíneos, aniquiladores de la vida.

La verdadera historia de uno la constituye el rosario de horas solitarias o de embriaguez (embriaguez de virtud, de vino, de poesía ¡Oh Baudelaire amado!) en que nos doblega el estrago de una plenitud espiritual. Lo demás en las biografías son fechas, anécdotas, exterioridades sin significación.

LOS VIEJOS estamos un poco obligados a conocer a los nuevos valores literarios, hasta los de segunda categoría; pero de ningún modo a los de decimosexta fila.

Baste con eso por hoy. Baste y busque su propio "De fusilamientos", y enamórese que es buen tiempo para hacerlo. Al menos de escritores muertos, fuera de todo peligro.

NOTA: En las citas utilicé, cada vez que el texto así lo requería, dos signos, ya de exclamación, ya de interrogación. No piense, querido lector que, frente a las coerciones ejercidas últimamente, he modificado mi norma de utilizar sólo el signo al final. Es sólo que al maestro, respeto hasta en los signos. 

lunes, 30 de agosto de 2010

Los caminos de la vida, o la tradicional queja pre-cumpleañera

A estas alturas ya ni siquiera me acuerdo cuántas veces lo he hecho, pero al pensarlo, me doy cuenta de que ya es una costumbre para este blog que un día antes de cumplir años escriba un post recopilatorio sobre el último año, casi siempre quejándome de mi amarga existencia, de mi mala suerte, de mi zurdez. También me doy cuenta de que mi recuento siempre es demasiado fatalista, probablemente por el hecho de que mi cumpleaños está tan cerca del regreso a clases, lo que en los últimos tres o cuatro años ha significado fracasar rotundamente e intentarlo de nuevo, siempre intentarlo de nuevo. Aunque después de todo, creo que no se trata sólo de mí, que en realidad hay una atmósfera de insatisfacción en la gente y las cosas que me rodean, en los trabajos que he tenido, en las ideas que se me ocurren, en lo que espero de mí. mismo y de los otros.
Este año no tendría por qué ser distinto. Sigo siendo yo mismo, ni más ni menos, con otros trabajos o el mismo, con una familia, con una bicicleta prestada, con una cama individual y un refrigerador usualmente vacío. Sigo intentando ser aproximadamente feliz, con el mismo miedo tanto a lograrlo como no hacerlo, y sí, sigue siendo agosto. Me sigue preocupando que un día no sea honesto conmigo mismo, que me termine saboteando en cada relación amorosa posible hasta quedarme solo y sin nada que decir. Pero nada de eso importa ahora, porque aunque sigo creyendo que la mejor forma de alejarse de la decepción es no esperar nada, sigue creciendo un pequeño brote como el de esos frijoles que germinábamos en el kinder, el brote de la espera, de que las cosas me sorprendan y terminen siendo igual que como las he pensado: de la esperanza. 
Y como esto se aleja de nuestra tradicional queja pre-cumpleañera, mejor pondré ante ustedes, queridos lectores y lectoras, los regalos que espero recibir de ustedes –y que sé que no recibiré, porque siempre he tenido pésima suerte para los regalos– mañana, o en su defecto, el próximo año.
  • Una bicicleta vagabundo que tenga canastilla.
  • Un i-pad.
  • Un corno francés.
  • Un dobro (si está interesado, pregunte, sin compromiso).
  • unos zapatos bostonianos color miel.
  • Un sombrero de fieltro tipo dick tracy.
  • Una playera del barcelona de cuando maradona jugaba ahí.
  • una velada romántica con una muchacha que me guste desde siempre (la muchacha se regala por separado).
  • Que septiembre, octubre –excepto el 16– y noviembre pasen rápido.
  • Una dotación anual de café decente.
  • Un baño y corte para mi perra –que huele mal y parece rené higuita.
Espero sus regalos.

***

En lo que se deciden por cuál de todas las opciones regalarme, les pongo el último cóver de los forajidos fernández, tremendamente ad hoc con las celebraciones cumpleañeras. Al parecer pronto lograremos convertirnos en una banda real. A ver si es cierto.


sábado, 3 de julio de 2010

Apología del barrilete cósmico o predicciones de cuartos (2)

Así que el pronóstico de ayer estuvo totalmente equivocado. Me alegro. Brasil jugó horrible, Ghana tuvo todo para ganar, Julio Cesar, el así llamado "mejor portero del mundo" se equivocó en la salida, Holanda no se vio mal y el Loco Abreu hizo alarde de su apodo. Pero sobre todo, Luis Suárez nos demostró cuán relativos suelen ser los errores. Una mano en el borde del área, en el minuto 91, penal en contra. Todo parecía perdido, y Gyan la pone en el travesaño. Tiempos extras sin goles, penales. Cada penal acertado hacía que la sonrisa de Suárez –y la de montones de uruguayos y simpatizantes/villamelones– creciera, hasta desatar la "locura". 
El colmo es que después, el delantero expulsado declara que mientras celebraban todos lo felicitaban de "joda" –o sea en broma– por haber hecho la mejor atajada del mundial. Muchos comentaristas, obvio, tan moralejos y persignados como la tele lo permita, lo tacharon de tramposo, de ladrón, de haber cometido un acto deplorable, que ensucia el futbol. Se puede decir lo que sea, pero el hecho es que la falta fue justamente castigada con la tarjeta roja –y por el hecho de que Abreu hiciera cardiaco el penal definitivo– y que nunca dejará de ser divertido y, por qué no, emocionante que alguien meta la mano en el futbol en la raya de meta, sobre todo si lo hace con picardía. Lo cual nos conduce, indirecta pero inevitable, a una de las predicciones de mañana, que sin embargo, daremos en segundo lugar para vestir de emoción este post.

1. Empezamos con España contra Paraguay. Los españoles, tercos como mulas, insisten en poner a Torres, a pesar de que Llorente jugó muy bien. Sigue Casillas, sigue Iniesta –que todavía no se recupera totalmente–, sigue Capdevilla y sigue Ramos. Toques, mil toques, a la izquierda, a la derecha, atrás, más atrás, ligeramente adelante, a los lados. Una, dos aproximaciones de Villa, siempre disparos hacia el centro sin demasiado peligro. Porque la marca paraguaya no se compara con la chilena. Los sudamericanos salieron con fuego en los tachones, se barren, pelean, no se achican. Partido trabado. Los cronistas españoles lloriquean porque "se está manchando el futbol", porque no los dejan jugar, pobrecitos. Tal vez un gol de Paraguay que pone locos a todos, pero no por mucho. A poco del final, España empata. Tiempos extra, penales. España se va a su casa –y póngame atención, que es Torres o Ramos quien falla el decisivo, yo sé lo que le digo.

2. Y ahora sí, lo importante, Argentina vs. Alemania. El mismo enfrentamiento que se dio en la final de 1986, la de 1990 –la misma que enfrentó a Maradona contra la mafia italiana–, y los cuartos de final, en 2006. La lógica y la historia afirman que Alemania, con un juego joven, vistoso, equilibrado, sobrio, estructurado, siempre limpio va, sin dudas, a ganar. Los señoritos eficiencia, siempre letales y ordenados no podrían perder, simple y sencillamente porque no está agendado en su planeación diaria. Sin embargo, la lógica y la historia se quedan afuera de la cancha. En frente estará Argentina, el ya consumado coco de México. Un bando de marrulleros, bravucones, altaneros, desordenados, pero también atrevidos, bravos –casi salvajes– en la marca, duros de doblegar y sobre todo, brillantes.
Gran parte de los villamelones mexicanos está a favor de Alemania. La herida más reciente no ha cerrado todavía, y nuestra siempre presente incapacidad de reconocer nuestros propios errores también nos hace, en este caso, no reconocer los aciertos de los otros. Y además, como si eso fuera poco, tienen a Maradona en el banquillo. El maestro de la polarización –o sea que uno lo ama o lo odia, sí se entendía, no?–, el mago del 86, el insoportable de toda la vida va sumando cada vez más críticas. Además de ser un creído, fue un mal ejemplo para la juventud al usar drogas y trampas en el fut, armó –el solito– una campal en el Camp Nou, desafió a la mafia italiana y a la de la fifa, se declaró partidario de Fidel, de Chávez y de Evo, participó en la marcha contra Bush, engordó como cerdo y luego fue a una clínica a Cuba para que lo adelgazaran, casó al Kun Agüero con su hija y les dijo "que la chupen" a todos los que decían que no iba a calificar.
Ese es Maradona. El semi-dios más gordo de todos los tiempos, el poeta de los pies y manos –jeje–, el yonki Maradona. El técnico de Argentina que no tenía casi nada de experiencia dirigiendo un equipo. Me acuerdo que en el ESPN decían que Maradona era demasiado soberbio por arriesgar su estatus de leyenda al aceptar esa chamba, que aprendiera de Pelé que se mantenía viajando, tan chistoso el negrito, ganando dinero y apoyando la imagen de los bancos. Pero es eso, precisamente eso, el arriesgue, la picardía, lo que hace de Maradona un tipo increíble. Porque seamos honestos: Qué le costaba no meter la mano en esa jugada contra Inglaterra? El tipo era tan bueno que pudo haber hecho diez goles diferentes, pero metió la mano. Qué le costaba viajar a Sudáfrica como comentarista o como un simple aficionado, y acomodarse en su palco con la playera de su Selección, en vez de tener que estar parado todo el tiempo con esos trajes que se ve que no le gustan? No le costaba nada, y por eso no lo hizo. Maradona es un ladrón, sí, uno de esos ladrones locos que roban más por el desafío del robo que por el botín. Les robó a los ingleses y luego los consoló con el gol más hermoso de todos los tiempos. Y eso es lo que al final cuenta.
Por eso, por no entender más que un solo y muy rudimentario esquema táctico, –Adelante, Ataque, Atrevimiento–, por respetar el talento, por disfrutar el juego y transmitirle un poquito de su gran desfachatez a su equipo, porque el futbol no es un asunto de merecimientos y buenas intenciones sino de goles y engaños y porque la vida y la belleza serán imperfectas o no serán, por eso mañana Argentina gana. Por eso, y por la muy posible presencia de un nuevo barrilete cósmico que surque la cancha con el 10 en el dorso. Como en el 86.

***

Seguramente usted, querido lector o lectora, ha visto más de 10 veces el así llamado Gol del siglo, en el que Maradona recorre 50 metros con el balón pegado al pie dejando atrás a por lo menos 6 ingleses. Lo que no es tan probable es que, dado el hecho de que generalmente nos pasan en la tele la versión mexicana, no lo haya visto con la narración de Víctor Hugo Morales, uruguayo que narró la semifinal del 86 y que, al borde de las lágrimas, bautizó a Maradona como el barrilete cósmico. Si no lo ha visto, no pierda más tiempo. Si ya lo vio, vuelva a verlo, y dígame si no sintió la piel chinita. Brrrrrr.

miércoles, 16 de junio de 2010

Recuerda que el héroe se mantiene siempre;
no fue su caída más que un subterfugio
para ser: un nuevo, sumo nacimiento.
Rilke, como en Lizalde


Decir que el mundo es una mierda no es, en definitiva, decir nada nuevo. Ya lo habrán dicho en su momento hombres y mujeres, ancianos, poetas, profetas, filósofos griegos, pescadores, carpinteros de galilea, gladiadores africanos en tierras romanas, borrachos atemporales, músicos incomprensibles, drogadictos, iluminados, científicos y revolucionarios. Seguramente el grupo de hombres que se topó por primera vez con el lenguaje articulado, pasada la euforia del nombrar lo que los rodeaba, de cantar cosas que hasta entonces no conocían, de pretender reconciliar sus bocas con el mundo, se dieron cuenta, y lo enunciaron en una lengua hoy extraña para nosotros. 
El mundo es una mierda. Y de nosotros, de cada uno depende lograr que lo sea menos, crear momentos que trasciendan esa mierda. Con palabras, con la necedad de hacer de cada día una fiesta ilógica, con besos a media lluvia, con el milagro de entender al otro o de lograr quererlo sin que importe que no lo entiendas completamente, con desayunos en la cama y ramos de flores amarillas, con combinaciones exactas de sílabas, de líneas, de manchas en una hoja en blanco. Robarle poco a poco pedacitos de alegría a este mundo de mierda, como Robin Hood si es que existió alguna vez.
El problema es que, sin importar cuánto lo intentemos, el mundo siempre volverá a su estado natural. O mejor dicho, el problema es que, después de un tiempo, nos vamos dando cuenta de que no todos nacimos con la habilidad de transformar en belleza tanto tiempo irrelevante de nuestras vidas como quisiéramos. A veces lo logramos una, dos veces seguidas. A veces ligamos doce días consecutivos, y eso nos alegra como cuando el Barcelona liga doce pases y parece que baila. Como si fueran uno solo. 
Hasta que nos damos cuenta de que no somos héroes, que lamentablemente estamos en la posmodernidad, lo que para nosotros, los de a pie, significa a grandes rasgos que por más que lo intentemos nunca seremos héroes. Que maradona envejeció, que uno a uno nuestros poetas más amados se irán muriendo. Que lamentablemente siempre nos faltará un poquito. Un poquito más de madurez, de voluntad, de enamoramiento profundo o de intervención divina.
Y a pesar de todo, no nos queda más que intentarlo. No nos queda más que levantarnos, sacudirnos el polvo, secarnos las lágrimas que habíamos jurado que no iban a salir esta vez. No nos queda más que el atrevimiento, la picardía de levantarse con una sonrisa, una sonrisa que le duela a ese invisible contrincante que nos derrumba cada vez que puede y, suponemos, se parece tanto a nosotros mismos. No nos queda más que cantar y levantarnos, y volvernos a caer. Hasta que un día ya no podamos más, y a fin de cuentas, a pesar de que otros piensen lo contrario, nuestra vida no haya sido completamente en vano.

***

Aunque usted no lo crea, este estado de semi-depresión casi optimista se lo debo en gran medida al mundial. Todo es culpa de Mourinho, maldito sea.

viernes, 23 de abril de 2010

Blake y Maradona, o del poeta como sub-especie del homínido y el santo

El poeta es profeta, vaticinador,
como los monos congos que aúllan cuando va a llover.
Eso dice Ernesto Cardenal. Y que conste que no dice el novelista o el ensayista, y tampoco aquel que haga unos cuantos poemas artificiosos y que publique un libro o dos o diez –no todo el que me dice Señor, Señor...–, ni siquiera el Artista. El poeta es profeta, sin que el profeta sea necesariamente poeta. El poeta escucha, lee los signos, profetiza –no adivina–, pero sólo como un mono, con lenguaje de mono. No puede, de hecho, cambiar aquello que vaticina, apenas puede anticiparse al hecho, alertar a los otros de lo que viene y esperar al siguiente vaticinio. Que puede no llegar de nuevo nunca.
El poeta es un mono. Me gusta esa idea. Es un mono que salta, que grita, que aúlla, que para la trompa y enseña los dientes. Un mono que anda en manadas, que huele a las hembras, que se pelea con otros monos para aparearse con la hembra en celo, para convertirse en macho alfa. Un mono desconfiado, que arroja piedras y palos al que se le acerque, o bien un mono domesticado que se acostumbra a que le den de comer casi en la boca. Mono salvaje, de colmillos afilados, de músculos enormes –los hay orangutanes, admirables–, o un mono de zoológico. Un mono de circo, monitos cilindreros que dan pena. 
Lo que quiero decir es que el poeta, igual que el crack del futbol, no es, ni será nunca, el hombre perfecto, el hombre modelo. El poeta es fundamentalmente culpable del pecado que le costó la Eternidad a Lucifer, el que cantaba Su gloria y codició tenerla, y por eso siempre estará manchado de pecado. El poeta escucha la voz de Dios entre otras voces –o escucha alguna entre esas otras voces–, y en sus manos está reconocerlo o ensoberbecerse de su propia voz. A la altura de Dios mismo, pero sólo por unos cuantos segundos. Después es arrojado a la tierra, humillado, reducido a lo humano. Su propia redención está en el poema, en el reconocimiento de su lugar –tan insignificante en realidad– como simple semáforo de lo Divino.
Y después de todo, si somos honestos, nadie quiere a alguien que no se equivoque, que sea perfecto e implacable. No en los hombres, pues. Seguramente resulta admirable, sí, que alguien viva su vida sin errores, con precisión milimétrica, que nazca, crezca, que se reproduzca –o no, si somos puritanos– y muera. Que no beba, que no coma en exceso y no se deleite en la comida, que trabaje mucho y ahorre y no codicie nada, que nunca corra riesgos. Porque como mi papá dice, el único que nunca se equivoca es el que nunca corre riesgos. Y el propio Cristo comía y bebía y se alegraba, y siendo perfecto en esta Tierra se manchó como nadie con todos los pecados, y sólo entonces trascendió la Muerte.
Lo que quiero decir es que el poeta corre riesgos, se aventura, y es precisamente en ese atrevimiento que la poesía lo escoge. Como dice Pound, el poeta podrá ser el hombre más vicioso, el más despreciable, un ladrón, un comilón y bebedor de vino, un asesino, un cobrador de impuestos, un fugitivo de la ley, un avaro y egoísta, pero cuando se encuentra con la poesía, entonces nada de eso importa. Wordsworth era un gran poeta, pero estaba demasiado cerca del orden. Por eso preferimos a Blake, por eso a Hölderlin, porque se balanceaban peligrosamente en sobre el riesgo, sobre la cuerda floja de la enfermedad mental. Lo mismo pasó con Maradona, y en menor medida, con Zidane. Ambos hacían poesía, simple y sencillamente porque se anticipaban al hecho. Como si caminaran en otro tiempo, en un segundo antes que el resto de nosotros. 
Después se equivocaron, sí, y esa equivocación los regresó al lugar que corresponde a todo hombre. Yo puedo decir, por ejemplo, que soy mejor que Maradona en muchas cosas, menos en el futbol, y eso lo hace casi invulnerable. En su documental, Kusturica dice que, si Maradona no se hubiera vuelto cocainómano, se hubiera vuelto un santo, un hombre sobrenatural, implacable, que trasciende la figura de lo humano y que se vuelve un ídolo. La cocaína lo puso en su lugar, tan hombre como el resto de nosotros.

viernes, 26 de marzo de 2010

Si yo fuera maradona... o Kusturica

En algún lugar –la nota de NEB en Queridos futbolistas– había leído que "Maradona by Kusturica" era un documental demasiado parcializado, dedicado a exaltar a Maradona y a minimizar sus errores. Después de haberlo visto, creo que tengo algunas cosas que decir al respecto, no tanto para criticar u opinar, sino para poner en claro las ideas que la peli me despierta.
Debo decir que desde que tengo conocimiento de su existencia –y no es mucho, porque no tengo cultura cinematográfica y crecí con la tele–, he huido de Kusturica, fundamentalmente porque sus películas son el culmen de la pose de intelectual de cuarta que cree que lo entiende todo y que piensa que tiene derecho a normar el criterio de otros –esos mismos y mismas que idolatran a sabina "por sus letras" y que te recitan nombres de sociólogos y antropólogos que escucharon en sus clases. Ahora pienso que puedo acercarme, no tanto por la estética o lo que sea, sino porque sé que es un buen hombre que sabe reconocer la poesía en los pies de un hombre. Y alguien así seguro que vale la pena.
Lo que creo es que, en realidad, no hay otra forma de abordar a Maradona sino con laudos y alegría, con canciones, con respiraciones contenidas y por qué no, hasta con una que otra lagrimita al ver un gol magnífico. Que la BBC o los programas de escándalos se dediquen a hurgar en su pasado lastimero, en las drogas y la mafia. Yo estoy feliz con ver los goles, con ver las sonrisas, con recordar cosas que no viví y emocionarme. Estoy feliz con ver a maradona de niño, dominando el balón frente a una Super8. Ya lo dijo Pound, un hombre podrá ser el más vicioso, el más malvado, el más altivo, el más desgraciado, pero si hace poesía, le perdonamos todo. Porque es lo justo. Porque es poesía.

miércoles, 8 de abril de 2009

¿En qué se parecen Cristiano Ronaldo, el "niño" Torres y Thierry Henry -especialmente cuando jugaba el Arsenal-??? Para responder a esta pregunta, hemos de revisar los resultados de esta jornada de champions. Ayer, el Porto aguantó vara con el Manchester y el Villareal con el Arsenal -hoy ya sin Henry-; hoy el Chelsea le pasó sobre el Liverpool y el Barça, bueno, simplemente hizo que la los dueños de patente de Aspirina se merendaran 4 goles. Lo que me interesa es ver el desempeño de los superastros del futbol, los que se jactan de ser talentosos y que presentan el plus de salir en revistas para pubertas. Son los jugadores que hacen movimientos espectaculares, dominadas, túneles, taquitos, bicicletas y todo tipo de humillaciones al adversario. Jóvenes, rápidos, metrosexuales, pero a la hora decisiva, se caen irremediablemente. 
Qué hizo Cristiano Ronaldo en contra el Porto -y de paso en las eliminatorias al mundial con portugal? Dos o tres fintitas, quejarse como nena y desaparecer. Qué hicieron Rooney y Tévez. Jugaron como hombres, sacaron la cara por la nena. Y en el Anfield, qué hizo Fernando Torres? Metió su gol, se lució, arrancó muy sacalepunta como dice mi papá, pero después le importó más quedar como el héroe que empatar el partido. Qué hacía Henry en el Arsenal y en la selección francesa? se escondía tan pronto sentía la presión. 
Así que de esta jornada de champions, y so riesgo de parecer que me voy con la finta de la goleada, me quedo con el Barça. No por los 4 goles, ni porque tiene un jugador mexicano. No. Me quedo con el Barça porque es congruente. Porque Messi no se cae si verdaderamente no le duele la patada. Porque Eto'o es verdaderamente incontenible, porque Xavi es brillante, y porque hasta Henry se compromete más; pero sobre todo, porque en el Barcelona, todos quieren el y al balón. No sólo quieren el balón para lucirse, para ganar millones y hacer dominaditas, lo quieren como se quiere a un amigo, lo entretienen, lo tratan bien, lo llevan a donde él quiere de la mejor manera. Eso, señores, es el futbol bonito. El futbol que hace que hasta el menos comprometido ponga el pase al que está mejor colocado, que peleé todos los balones y que apoye en la defensa. 
En resumen, están los talentosos pusilánimes, los del regate en el minuto 5 o cuando van ganando, que para mí tienen su mejor representante en Cristiano Ronaldo -heredero del trono de David Beckham- como jugador y en Holanda como equipo, y los amantes, los verdaderos hombres del futbol, como Cantona, Zidane, Figo, y por supuesto Maradona; de esta estirpe son Carlitos Tevez, Ribery -a pesar de la paliza-, Eto'o, Rooney y Messi. El mismo regate, pero con el gol del triunfo.

p.s. Se me ocurre que, para redimir al Manchester de tanta mariconería Cristianoronaldense, sería necesario que lo regalaran al américa y a cambio se llevaran a Ribery. Entonces el Manchester me gustaría de nuevo, y serían invencibles.

lunes, 30 de marzo de 2009

De a 10 pelusas el boleto de regreso

Sé que no debería hacerlo, pero ni modo, al fin que ya me pagaron y que de cualquier manera no llegaré a las vacaciones sin sucumbir. Soporté la muerte del ratón Macías -de quien hubiera hecho un gran post/homenaje, o mejor, un póstumo, jeje-, soporté los 30 millones de pesos de recompensa por el top 10 de los narcos, soporté que Ernesto cardenal viniera a Xalapa y terminara su homenaje diciendo: "No dejemos que Adelita se vaya con otro". Pero, ya no puedo más.
Y es que tal parece que en Argentina son asiduos lectores de este blog, y no sólo eso, sino que comienzan a valorar mis ideas. Recordemos que alguna vez dije que si ponían a Maradona en los billetes, el peso argentino sería la moneda mundial (cfr. "De los perros, Maradona y la generación de los ochenta" el 28 de Octubre, 2008). Acá la nota de Foxsports:


Aparecería Maradona en billetes de Argentina

BUENOS AIRES, Argentina - El técnico de la selección de Argentina, Diego Armando Maradona, podría aparecer en las monedas y billetes de su país, debido a la gran influencia que tiene a nivel mundial y con el objetivo de atraer al turismo a territorio pampero.

El Banco Central Argentino (BCA), está planeando modificar los diferentes billetes y monedas que circulan en el país y manejan la idea de que el "Pelusa" sea parte de los cambios monetarios, donde quieren poner personajes de cultura popular.

El máximo organismo bancario de Argentina, ya ha recibido propuestas por parte del Círculo Filatélico, que preside Juan Carlos Barrón y quien manejó la idea de poner a Maradona, en el dinero.

"Es todo un ídolo mundial y su inclusión (en monedas y billetes) favorecería el turismo", aseguró el presidente del Círculo Filatélico, quien puso de ejemplo la gran influencia de Maradona en el mundo.

"Hay que recordar que recientemente (Maradona) viajó a India, donde encontró más de 50 mil personas esperándolo en el aeropuerto, lo que nos demuestra la importancia del ex jugador a nivel mundial", señaló Barrón.

Aún se desconoce, la fecha exacta (si se acepta) para que la cara del argentino Diego Armando Maradona empiece a circular.



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Carajo, qué bien se siente tener razón. Y qué bien se siente regresar al blog. 



P.P. Arriba debió haber terminado, pero a manera de post-post diré que en el otro blog (poemas de amateur), hay un poema dedicado a Maradona. Y una duda. Si aparece el Diego en los billetes, entonces dejarán de ser pesos y se llamarán Pelusas, o Diegos, o Maradonas? Imaginemos: 
"--Eh, loco, poneme medio kilo de bife que me pidió mi vieja.
--Sí, dale, medio kilo. Son 10 pelusas.
--Diez pelusas???? La concha de la lora, si te pedí medio kilo, no la vaca, boludo..."
Y es que en verdad, diez pelusas sería mucho dinero.

sábado, 10 de enero de 2009

10 kilómetros de ida y vuelta, o más te vale no morir de hambre

Ayer ha sido, por mucho, el día más productivo de por lo menos los últimos dos meses. Me levanté a las 6 de la mañana, me bañé, me vestí –con mi gorra nueva de cuadritos azules- y me preparé un café. Salí justo a tiempo para llegar temprano a la secundaria en la que doy Español. Las clases, como nunca, resultaron perfectas. Los temas idóneos, los alumnos dóciles, los directores brillosamente ausentes. Regresé a mi casa y comí la pasta con atún y calabacitas que quedó de antier. Suena un poco raro, pero en verdad quedó rica. Yo mismo preparé la salsa que, además de jitomate, ajo, cebolla y albahaca, esta vez llevó zanahoria y apio. Las calabacitas cortadas en tiras largas y delgadas se cocinaron con el atún en la salsa. De verdad muy rico. Más café y a leer un rato.

A las catorce, mi directora de tesis me llamó para trabajar. Hace poco tuvo una operación y no puede manejar, así que quedamos de vernos en su casa. Como toda esta semana he practicado, me envalentoné y me fui en bicicleta. Debo decir que yo vivo en Momoxpan, y ella en Zacapexpan, un pueblito adelante de San Pedro Cholula. Maravillosamente, recorrí 5 kilómetros –medidos estrictamente gracias a las señales de la carretera- en tan solo 40 minutos. Trabajamos tres horas, comimos fruta y queso, dulces italianos y regresé a mi casa. 5 kilómetros más, y sin embargo, regresé con muchas ganas de trabajar. Puse ropa en la lavadora y me metí a bañar. Comí un alfajor que me regaló mi directora –y que por lo demás me sigue pareciendo un Mamut con demasiadas pretensiones-, bebí café, leí mucho para mi tesis, pensé otro poco, y a las veintidós decidí trasquilar poemas.

Y este fue el momento más productivo del día, no porque escribiera mucho, sino porque en realidad pude entender algunas cosas. Primero que nada, me he dado cuenta que escribir es un proceso muy diferente a “hacer” poemas. Y hablo de escribir con intenciones de poesía, no escribir este querido diario, o escribir la tesis. Escribir –con intención poética- es una acción primigenia, una acción no programada, un acto estrictamente personal, despojado de todo glamour, que te permite hacerte de materia prima. El lector me perdonará la analogía –que por lo demás, Cortázar dijo alguna vez en algún lugar-, pero a veces siento que escribir es como hacer caca: un acto tremendamente vergonzoso. Es tan inevitable como desagradable. Y creo que no miento al decir que la mayoría preferimos hacerlo en casa, y mejor si nadie se entera.

Pero hacer poemas es algo muy distinto. Hacer poemas es un poco cocinar la carne cruda, separar el trigo de la cizaña, cortarle el cabello a un hippie. Hacer poemas es encontrar la aguja de oroen el pajar. Después de todo, hacer poemas puede resultar un acto tremendamente placentero, sobre todo si lo logramos, en toda la extensión de la palabra.

Y esto me lleva a preguntarme ¿por qué hago poemas? ¿por qué persistir en hacer algo que no deja nada, por qué emplear tiempo de mi tesis en “hacer ” poemas que nadie leerá? Después de un rato de reflexión –correspondiente al tiempo que empleé en tender la ropa, recién salida de la lavadora- llegué a la conclusión de que lo hago porque no puedo hacer otra cosa. Porque hacer poemas es la cosa que puedo hacer y que me sale menos mal de todas las que he intentado hacer. Si pudiera elegir, preferiría ser un músico virtuoso. Me encantaría poder hacer con un instrumento la música que me gusta, la música que me apasiona. Pero no puedo. Lo he intentado y no puedo. Hay una enorme diferencia entre saber tocar la guitarra o la trompeta y poder hacer la música que se desea. Y bueno, en realidad, no sé dibujar, no sé pintar, no sé esculpir, no sé carpintería ni ebanistería ni forja, no soy bueno con la narrativa, no soy buen actor, no sé disparar una AK-47, y nunca seré como Maradona ni como John Zorn. Así que sólo me queda intentar hacer poemas. A veces, hasta me gusta cómo salen.

Termino este post recordando un día en el que mi papá decidió construir las recámaras en un departamento en el que vivimos hace algún tiempo. Mi papá compró tablaroca y de la nada comenzó a proyectar los espacios. Improvisó unas estructuras de madera y atornilló las tablarocas. Mi hermano, por su parte lo ayudó en todo. Cuando mi papá me pidió que le ayudara a clavar una madera que se había salido de la estructura, tomé el martillo, metí un clavo, luego otro, y luego otro. Después del cuarto clavo, me aburrí. Mi papá se enojó, y me dijo que debía poner por lo menos treinta clavos más. Le dije que sí, pero el aburrimiento no se me quitó, por lo que mi papá me miró de frente, me quitó el martillo, y sabiamente me dijo: Carajo, no sabes hacer nada. Más te vale que seas bueno en eso de escribir, porque si no, te vas a morir de hambre. Más me vale, padre mío, no morir de hambre.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Remate de Valdano, gol de Maradona

Martes, 16 de diciembre de 2008
11:39 p.m.

Encuentro que, en la generación de nuestros padres -padres de los niños de los 80's, padres nacidos en los 50's y principios de los 60's-, pocas cosas generan un sentimiento tan contradictorio como el mundial de México 1986. Que una generación pueda gozar de un mundial en su propia ciudad es sin lugar a dudas digno de memoria; pero que una generación mire dos mundiales -en dos momentos diametralmente distintos- puede, aunque parezca lo contrario, ser contraproducente. Miremos como ejemplo a mi padre. Él nació en 1961, por lo que para el mundial -que se celebró en junio-julio- tenía 8 años. Dice que fue a dos partidos en el estadio de Puebla, y como es de suponerse, marcaron su niñez. Dioses brasileños, Guerreros alemanes y soviéticos aderezaron sus partidos en la calle. Pelé se coronó en México, y mi padre lo miró alzar el trofeo, al menos por su entonces novedosa tele.
Y ahora vayamos adelante en el tiempo. 1986. Mi muy reciente padre -yo miro el mundial, si es que tal cosa es posible, con 10 meses de edad- tiene 25. Imagino el gran choque sentimental, la revoltura de ánimos que un nuevo mundial puede causar en el aficionado. Ya no se emociona con el juego, ahora lo mira serio, casi milimétrico, y no puede evitar comparaciones. Dicen que Diego Armando Maradona no es humano, pero la imagen de un chaparro blanquiazul no puede compararse con el gran Pelé. El de los pies de caoba dientes de marfil, el que al encarar al defensor lo hechizaba, lo deshacía con sólo la mirada. No, no hay comparación alguna.
Pero, Argentina gana el mundial. Argentina mancilla la memoria de los niños hoy padres. Y no sólo eso, la picardía de los de abajo -del mapa- es tal, que destruye, hace que truene el engranaje defensivo de todo un reino -léase el Británico-, que hace sufrir a los guerreros del tormento blancos negro y amarillo. No puede ser posible. No en la casa de mi padre -léase con referencia bíblica-, y no por hombres que nos dicen vos en vez de tú, hombres que hablan lo que nosotros pero no como nosotros. Y no con esa altivez, con esa superioridad ostentada ahora con los pies -y con la mano.
Tal vez por eso los mexicanos de hoy, padres e hijos, detestan tanto a los argentinos. No es, como se ha querido entender, una relación de inferioridad-superioridad, ni el hígado ni el paladar dañados por el chile que no soportan la falta de sazón del argentino. No. Se trata de la falta de respeto a la niñez, a los mejores días, los días de calles en bicicleta, de balones de cuero y pantalones rotos. Se trata de la mano que nos arranca los recuerdos. Mano de dios, tal vez, pero mano sin lugar a dudas despiadada.¿Para qué todo este cuento? Pues para comentar que ayer, después de comprar un poquito de café en el mejor expendio de Puebla -léase café aroma- volví a pasar por los saldos de una librería muy cerca. El resultado, un librito editado por el país y Aguilar, llamado "Los cuadernos de Valdano".
Todo este discurso para recordar que, aunque Maradona era -es todavía para algunos- el semidiós en turno, el grande de batallas, Valdano es y sigue siendo uno de los ya muy pocos caballeros de las canchas. Maradona es el ídolo que soñó Nabucodonosor, pero a la inversa: Pies de oro, rodillas de plata, torso de bronce, pecho de hierro y brazos, pero, lamentablemente, cabeza de barro. Valdano es un caballero de hierro, hierro forjado por las canchas, por la elegancia de las horas frente al marco, los trazos largos y recepciones impecables. Valdano es el argentino que nos hace pensar que hay una excepción a la regla de la argentinidad -y otro es Nico Abadie, saludos, Nico-, que nos deja ver un partido entre México y Argentina sin echarnos en cara las carencias, sin regodearse en el triunfo, pero sin demeritarlo. Es el argentino que te dice tú, porque conoce las palabras, y porque sabe que con vos el tono de la voz le tiene que cambiar. Y no le importa.

martes, 28 de octubre de 2008

De los perros, Maradona y la generación de los ochenta

Tres cosas me rondan por la cabeza hoy. Las tres están en el título, y espero que se hermanen o se mezclen milagrosamente en este post. Definitivamente hacen falta los milagros. Primero lo primero: Maradona dirigirá a la Selección Argentina. Y lo dirigirá junto con Carlos Bilardo, técnico de la selección del mundial 86. La noticia me sorprendió en casa, sentado en el sillón y hojeando la revista "los perros del alba" que Gina me dio y de la que vendo algunos ejemplares en la secu donde doy clases. Lo escuché en la radio, en el programa que es costumbre desde que mi mamá lo encontrara hace unos cuantos años: de una a tres con Jacobo Zabludowski. La nota la dio Marcelo Luis Ojeda, quien generalmente habla de cosas de política y economía del cono sur, pero que al diez para las tres llamó para confirmar el rumor de Maradona. Domiguez Muro, el titular de la plana de deportes del programa de radio, se mostró sorprendido. "...Esto es darle la Iglesia a Lutero..." fueron sus palabras, que por lo demás me ofendieron un poquito, ya que creo que Maradona, como Lutero, será un buen cambio. Sabemos de antemano que Maradona no dirigirá solo, y que sus funciones se limitarán a animar a sus jugadores, a darles la confianza necesaria. A echarles una manita, digamos.
El comentario radial terminó con el apunte de que Bilardo y Maradona se apoyarán en José Luis Brown y Sergio Batista, jugadores del mismo equipo ochentayseis. El comentarista lo llamó: La consolidación de la generación de los ochenta.
Para ser honestos -y de paso hilvanar un poco las ideas- lo de Maradona no me sorprende demasiado. Desde sus míticas actuaciones -de las cuales sólo me tocaron los últimos resabios- pareciera que el solo nombre Maradona podría solucionarlo todo en Argentina. No sería raro que en unos cuantos años -luego de coronar campeona a la albiceleste- se postule para presidente. Quien sabe, tal vez si pusieran su imagen en el peso argentino, la crisis mundial se arreglaría.
Lo que me impactó de verdad fue el término: La generación de los ochenta. Y me impactó justo porque tenía los perros del alba, abierta exactamente en la editorial de Anuar Jálife. A pesar de que el término es últimamente muy socorrido, pocos me habían convencido hasta entonces de que SU generación de los ochentas era también la mía. Es difícil de explicar, pero creo que lo de las lecturas televisivas me convence y me conmueve. Y sobre todo, esa atmósfera de tartamudez, de no saber decir del todo, y sólo sugerir, como a regañadientes, como si fuera un premio de consolación. Es eso, y la portada tan deliciosa -y que conste que no tengo que ver nada con nadie- lo que me acerca a su estética. Es un poco saber que alguien más que juega a las literaturas, tiene también a Oliver Atom corriendo incansable en su fuero interno.
En fin, que los ochenta y sus hijos están -estamos- vivos, como tartamudos en el mundo de los tuertos, esperando que haya algo que esperar, y que el hijo predilecto, el hércules de la gambeta nos rescate a todos. A los perros, y a los niños. Que vuelvan, pues, a haber milagros.