En algún lugar –la nota de NEB en Queridos futbolistas– había leído que "Maradona by Kusturica" era un documental demasiado parcializado, dedicado a exaltar a Maradona y a minimizar sus errores. Después de haberlo visto, creo que tengo algunas cosas que decir al respecto, no tanto para criticar u opinar, sino para poner en claro las ideas que la peli me despierta.
Debo decir que desde que tengo conocimiento de su existencia –y no es mucho, porque no tengo cultura cinematográfica y crecí con la tele–, he huido de Kusturica, fundamentalmente porque sus películas son el culmen de la pose de intelectual de cuarta que cree que lo entiende todo y que piensa que tiene derecho a normar el criterio de otros –esos mismos y mismas que idolatran a sabina "por sus letras" y que te recitan nombres de sociólogos y antropólogos que escucharon en sus clases. Ahora pienso que puedo acercarme, no tanto por la estética o lo que sea, sino porque sé que es un buen hombre que sabe reconocer la poesía en los pies de un hombre. Y alguien así seguro que vale la pena.
Lo que creo es que, en realidad, no hay otra forma de abordar a Maradona sino con laudos y alegría, con canciones, con respiraciones contenidas y por qué no, hasta con una que otra lagrimita al ver un gol magnífico. Que la BBC o los programas de escándalos se dediquen a hurgar en su pasado lastimero, en las drogas y la mafia. Yo estoy feliz con ver los goles, con ver las sonrisas, con recordar cosas que no viví y emocionarme. Estoy feliz con ver a maradona de niño, dominando el balón frente a una Super8. Ya lo dijo Pound, un hombre podrá ser el más vicioso, el más malvado, el más altivo, el más desgraciado, pero si hace poesía, le perdonamos todo. Porque es lo justo. Porque es poesía.
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