La verdad es que ahora sí ni siquiera tengo gran cosa que decir por mí mismo en este blog. Acaso que ando en un mood shalaloso del tipo "deja de quejarte, que hay otros que están jodidos de a de veras, no como tú que no haces nada y te quejas de todo". Eso y que, ahora que sé cómo tocar medianamente bien el cuatro, estoy decidido a tocar la jarana. Ya tengo un manual y aunque la que tengo no es de cuerdas dobles, ya vi que sí funciona con la afinación de 4 + espejo. En fin, que hay mucho que hacer, suficiente como para no estar lloriqueando y dedicarse finalmente a lo que le viene en gana a uno. Si quiero haré poemas, si quiero canto, y si quiero –debo querer, más por orgullo que por otra cosa– haré mi tesis. Aunque no me paguen por hacerla.
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Desde hace ya un buen tiempo, mantengo correspondencia con una amiga, poeta de Polonia. Es divertido darse cuenta de que hay, del otro lado del mundo, alguien preocupado por cosas que también te preocupan, con intereses parecidos y afinidades sorprendentes. Una vez me contó sobre Zbigniew Herbert, su poeta favorito de todos los tiempos, y aunque en el momento fui negligente, la semana pasada me encontré con algunos poemas en una antología del Material de lectura de la UNAM. Si bien me encantaría poder leerlo en polaco, la traducción es linda. Aquí va el poema que más me gustó, el preferido de Ela, mi amiga la poeta.
MENSAJE DEL SEÑOR COGITO
Ve sigue a los otros los que alcanzaron su oscura meta,
vellocino dorado de la nada —tu premio final
Levanta la cabeza entre los que andan
arrodillados o dan la espalda
entre los que yacen
No has sido salvado para vivir
poco tiempo te queda da tu testimonio
Sé valiente si la razón te falla
al fin de cuentas sólo cuenta eso
Que tu inválida Ira sea como un mar
cada vez que oigas las voces abatidas de los torturados
que no te abandone tu hermano el Desprecio
frente a espías verdugos y cobardes
serán ellos los que ganarán
con un profundo alivio arrojando tierra
sobre tu ataúd
el gusano no faltará para corregir
tu biografía
y no perdones no tienes el poder
de perdonar en nombre de los traicionados en la luz
del alba
pero líbrete dios del menor orgullo
en el espejo contempla tu cara
de payaso repitiéndote: he sido llamado
¿no había mejores que yo?
guárdate de ser árido ama los manantiales
de la primera luz las desconocidas aves
y robles del invierno
un brillo sobre el muro un esplendor del cielo
no necesitan calor de tu aliento
nada más dicen esto: no tienes remedio
y no te duermas si una luz en los montes
te llama: levántate sigue
hasta que en el pecho la sangre conmueva
tu oscuro astro
repite los antiguos conjuros humanos
las fábulas las leyendas
así conseguirás el bien que nunca será tuyo
repite las grandes palabras repite insiste
como los otros los que caminaban
por el desierto quedándose en la arena
por todo esto algo te darán
azotes de burla golpes de cuchillo
sigue —sólo así serás admitido
a la santa congregación de las calaveras
frías de tus ancestros —Gilgamés Héctor Rolando
defensores del reino sin fin
de los muros en cenizas
Se fiel Sigue
Tan pronto lo leí, le pedí a Ela –porque ella se llama Ela– que lo leyera en voz alta y me lo grabara. Suena muy bien, pero, salvo que los lectores y lectoras estén bien curtidos en hablar polaco, creo que es mejor respetar su voz y mantener la grabación sólo para su servilleta. Gracias Ela por soportarme a la distancia tanto tiempo.
(para leer completo el número 31 de la antología de poesía polaca del material de lectura UNAM, pulse aquí)
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