Usualmente no me interesa el término "posmodernidad" ni sus repercusiones en nuestro mundo ni en mi propia vida. Después de todo, siempre he creído que tenemos muchas opciones para resistirnos, como los amores platónicos, los hogares integrados, el amor al prójimo y la fe genuina en el Cristo resucitado. Pero hay días, justo como hoy, en los que se demuestra que la muerte del artista, la muerte del poeta, el desdén por la belleza priman en el mundo. Este podrido mundo. Hoy el Internazionale de Milan se empecinó por hacer prevalecer la destrucción del juego, la marrullería, la falta de caballerosidad en la cancha, la truhanería, por encima del futbol, del encanto de tal vez perder, sí, pero perder en un partido memorable.
Sí, el Barcelona no jugó tan bien como debía. Messi estaba anulado –con 4 defensas sobre él todo el tiempo–, Xavi no pudo acercarse tanto, Pedro fue "Pedrito", el de las piernas temblorosas –especialmente la izquierda, con la que no pudo meter ni un centro decente–, Keita es un imbécil y Rafa Márquez debió jugar en lugar de Touré Yaya. Ibra es un fraude, Dani Alves siempre decide mal en los partidos importantes; Maxwell no existe y a Bojan le faltaron tamaños para meter ese gol de cabeza. Todo eso es cierto. Pero cuando uno ve a un equipo empecinado en echar a perder el partido, pateando todos los balones a donde caiga, fingiendo golpes cada 5 minutos, con 11 hombres replegados en 30 metros, cuando uno ve a Eto'o y a Milito tan desperdiciados corriendo como defensas, no se puede ni siquiera entristecer a gusto. Porque la derrota se disfruta, se duele completa cuando se propina por alguien mejor. No por un equipo timorato, "obsesionado" por llegar a la siguiente fase como sea.
Yo dije que si el Barça perdía iba a llorar. Pero después de este partido ni siquiera ganas de llorar tuve. Porque aunque la posmodernidad nos gane poco a poco terrenos importantes –casi imprescindibles para la vida, como el futbol– siempre estará la memoria de que en otros tiempos existían los héroes, verdaderos Atlas que arremetían contra rivales dignos, Héctor y Hércules luchando cuerpo a cuerpo. Porque después de todo, hasta Piqué, con fuera de lugar y todo, puede atreverse a desafiarla con un corte de cintura. Aunque no haya sido suficiente.
1 comentario:
Ja-ja
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