Este fin de semana llegué a la casa en Xalapa, como a las 22, y me sorprendió una silueta sentada en justo en la entrada a la cochera. Una silueta flaca, maltratada, honestamente triste. Entré a la casa, y me dijeron que es la nueva perra de la casa. Se llama Joya y tiene 9 meses, La trajeron para cuidar la casa, y de paso para darle una mejor vida. Me contaron que cuando llegó -el martes- estaba más flaca todavía, y que se le caía el pelo. Lo más hilarante-patético: no puede ladrar, tal vez porque antes ladraba mucho, o porque tiene problemas de garganta. Yo, antes de saber el nombre, propuse que se llamara la pajarita, porque más que ladrar pia como canario. Además, si se le quiere decir un diminutivo, podría ser paja, lo que va muy ad hoc con el pelo tan feo que tiene.
Lo más interesante de todo es que la primera inquilina canina de la casa -llamada Campanita o perrini o perrimar, mariperri o simplemente perra cochina según el estado de animo de quien la llame- se puso celosa. Mira feo a la nueva, gime cuando alguien toca a la otra en lugar de a ella, gruñe cuando se acercan. Nada sabio buscar peleas de celos, si tomamos en cuenta que la primera inquilina es una Schnauzer y la nueva es Pastora Alemana. Resultados: dos mordiscos de la nueva a perrimar, y el temor de que la deshaga como a una muñeco de trapo. A pesar de todo, perrimar no se amilana; sigue provocándola, celándonos a todos para que no la toquemos. Espero que se lleven bien, o tal vez no, porque en ese caso me llevaré a perrimar a mi casa en Puebla. Quien quita y aprendo de su valentía.
Lo más interesante de todo es que la primera inquilina canina de la casa -llamada Campanita o perrini o perrimar, mariperri o simplemente perra cochina según el estado de animo de quien la llame- se puso celosa. Mira feo a la nueva, gime cuando alguien toca a la otra en lugar de a ella, gruñe cuando se acercan. Nada sabio buscar peleas de celos, si tomamos en cuenta que la primera inquilina es una Schnauzer y la nueva es Pastora Alemana. Resultados: dos mordiscos de la nueva a perrimar, y el temor de que la deshaga como a una muñeco de trapo. A pesar de todo, perrimar no se amilana; sigue provocándola, celándonos a todos para que no la toquemos. Espero que se lleven bien, o tal vez no, porque en ese caso me llevaré a perrimar a mi casa en Puebla. Quien quita y aprendo de su valentía.
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