Como prácticamente todo el mundo sabe -porque medio fb y tuiter se encargaron de lamentarse y hacer elogios póstumos- en enero murieron Juan Gelman y José Emilio Pacheco, dos personas muy importantes para la poesía en México. Ambos -creo que Pacheco era el más joven- se fueron listos, bien vividos. Me gustaría decir que era un gran lector de ellos, pero la verdad es que a Gelman siempre me costó trabajo leerlo y a Pacheco lo leí con esa obligación preparatoriana que nos termina alejando visceralmente de cosas que, de otra manera, amaríamos. Hoy, ya en febrero, se dio a conocer la muerte de Philip Seymour Hoffman, un actor muy entrañable que, a diferencia de los poetas, estaba todavía joven y al parecer murió de sobredosis de heroína.
¿Qué decir ante tantas muertes? A mí no se me ocurre nada, pero recién empecé el Diario de Sylvia Plath y me encontré algo que, además de decir mucho más de lo que yo puedo, combina perfecto con esta canción de Los Campesinos que desde hace unos días el shuffle me ha puesto.
With me, the present is forever, and forever is always shifting, flowing, melting. This second is life. And when it is gone, it is dead. But you can't start over with each new second, you have to judge by what is dead. It's like quicksand... hopeless from the start. A story, a picture, can renew sensation a little, but not enough, not enough. Nothing is real except the present, and already I feel the weight of centuries smothering me. Some girl a hundred years ago once lived as I do. And she is dead. I am the present, but I know I, too, will pass. The high the moment, the burning flash come and are gone, continuous quicksand. And I don't want to die.
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