Hoy es 21 de diciembre, lo cual significa que probablemente usted, queridx lector o lectora debe estar prepárandose para la engordadera y bacanal –si no es que ya va usted adelantadx– en honor al niño Jesús, las compras –o el lamento por la falta de dinero para hacerlas–, la insoportable convivencia familiar, el respiro del trabajo y demás etcéteras. En eso estaba yo también, pero justo me acordé de que la semana pasada se presentó y aprobó una propuesta de reforma a los artículos 24, 27 y 130 que van sobre libertad de culto y asuntos religiosos y no quise pasar la oportunidad de comentarlo.
Me enteré de este intento de reforma el jueves o viernes, escuchando la radio mientras desayunaba con mi mamá (no creo que sea necesario recordarlo –dado que se menciona aquí hasta el cansancio–, pero por si las dudas, mi familia y yo somos protestantes, practicantes regulares, involucrados en una iglesia). Su reacción, como supongo que fue la de muchas otras personas alrededor de la fe, fue de alegría –o su equivalente eclesiástico–. "Mira, eso está bien, no? Ya vamos a poder hacer reuniones afuera y nos van a dejar profesar libremente en espacios públicos".
Creo que no le hizo mucha gracia mi cara, y aunque estoy advertido en no hablar de temas políticos frente a cristianos, le dije que claro, que ahora podremos hacer nuestras reuniones en el congreso del estado y o en casa aguayo, pero igual podrán hacerlo la iglesia católica, los mormones, testigos de Jehová, los de Scientology y hasta los narco-satánicos. Así que habrá que agendarse para que no nos confundamos. Pensé que se iba a reír, pero en lugar de eso, mi mamá se puso seria y mejor cambiamos de tema.
Estoy seguro de que, como mi mamá, muchísimos creyentes de las más diversas religiones se alegraron porque por fin podrán tener injerencia en la vida pública, uno de los grandes sueños de sacerdotes, pastores, gurús y hasta chamanes. —"Por fin tendremos un presidente cristiano (o de la fe que usted guste) que quite todas esas leyes que fomentan el pecado". —Por fin un ambiente propicio para que el evangelio se a anunciado. —"Por fin, México será para Cristo" (Hasta me parece que los escucho).
Por otro lado, gran parte de la "intelectualidad de opinión" y también de la intelectualidad de a de veras ha reaccionado negativamente frente a esta propuesta. Desde muy mesuradas y reales opiniones como "Una regresión en las legislaciones", "una agresión a las garantías individuales", "la puerta abierta para la injerencia del vaticano en los asuntos de estado" hasta "intento de contrarreforma cristera" y enredadísimas teorías de conspiración –que por otro lado son usualmente bastante atinadas–, el asunto es bastante escabroso.
Si usted me pregunta, como el cristiano progresista, heterodoxo y medianamente informado que pretendo ser, considero que sí, es necesario una reforma. Porque, en resumidas cuentas, aunque los artículos 24, 27 y 130 van sobre la circunscripción del ejercicio de culto a los domicilios personales y a los templos, la responsabilidad gubernamental de normar dichos ejercicios, la prohibición de que un ministro utilice el púlpito con fines políticos y de que cualquier organización religiosa pueda adquirir propiedades con fines de lucro, la ley simple y sencillamente no se cumple. Piense en las procesiones católicas, los actos masivos de los cristianos, el proselitismo puerta por puerta de los testigos de Jehová. Piense en las megaiglesias, las narcolimosnas, los "diezmos" obligatorios que te retienen los grupos mormones cuando te consiguen trabajo. Piense en los ministros que, ya desde hace un mes, "sugieren" a sus feligreses que no voten en contra del Señor, como si Dios nuestro Señor fuera blanquiazul.
Es necesaria una reforma que, sí, garantice una libertad de culto, pero que también reconozca el derecho a no participar; una reforma que regule las limosnas, diezmos, ofrendas y donativos. Es necesario una reforma que ampare al creyente, que transparente los ingresos de los ministros y las nóminas de doble fondo que la mayoría de las organizaciones religiosas tiene; una reforma que retire el fuero de los grupos eclesiásticos, no sólo de la organización católica sino de los cristianos empresariales, los misioneros
En fin, hace falta una reforma que, en pocas palabras, sea lo contrario a esta burla de reforma que pretende, para dejar de hacerse de la vista gorda, otorgarle derechos a los grupos religiosos de comprar bienes inmuebles, hacer cultos en espacios públicos. Lograr que las cosas que hoy se hacen fuera de la ley, dejen de estar fuera de ella. Estirar el ojo de la aguja para que quepa el camello, faltaba más, faltaba menos.
2 comentarios:
Y yo que ya estaba preparándome psicológiamente para los comentarios de mi abuela sobre la cena y el aumento de peso...Ya me dejaste tarea, en qué pensar. He estado tanto en loreland que ni me había enterado.
Saludos y que tengas una extraña navidad, de esas que sí lo ponen a uno feliz
Jei, pues entonces se debe estar muy suave en Loreland si uno no se entera de estas cosas. Y del tema, todavía queda una esperanza; la cámara de diputados aprobó la reforma y pero falta que la apruebe el senado. Esperemos que la frenen.
De las extrañas navidades, están garantizadas. No sé si felices, pero siempre extrañas. Espero que, extraña o no, tú también la pases muy bien. Saludos
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