Uno de los temas que, más allá de algunos el chisme literario y el chachareo de poesía, la música y el futbol, me han interesado al grado de leer y escribir al respecto, ha sido la lectura y la escritura per se. Me interesa –o interesó, porque por ahora esa preocupación está en la congeladora de los textos inacabados–, sobre todo, el origen de la lecto-escritura –o literacidad, para verse más connaiseur– en la humanidad y su equivalente en el individuo. ¿Cómo es que, de la nada, comenzamos a asignarle valores a ciertos garabatos, y cómo es que esos valores se socializaron? ¿Y cómo, de esos garabatos asignados más o menos arbitrariamente, terminamos teniendo libros, páginas de internet, y hasta e-books?
No es mi intención ponerme a disertar al respecto –básicamente porque, aunque quisiera, ya no me acuerdo de gran cosa de lo que leí entonces–, sino más bien reconocer el hecho de que, si bien la lectura y la escritura son dos procesos –o uno, según la adscripción propia de su preferencia– fascinantes, bellísimos en sí mismos y fundamentales para nuestra condición humana, son eso, únicamente procesos. No implican una superioridad ni poseen carga moral, ni buena ni mala.
Digo esto porque, aunque no es nada reciente ni mucho menos, he visto por ahí muchos anuncios y campañas para fomentar el amor[sic] a la lectura y a los libros. Y que conste que no me refiero solamente a esas campaña vomitivas de televisa y del consejo de la Iniciativa Privada en las que las estrellas faranduleras y las vedettes de moda hacen como que están leyendo –y que obviamente dan la sensación de que en realidad tienen el libro al revés y tuvieron que photoshopearlo–, sino también a esa pretendida "cultura del libro" enarbolada por librerías empresariales tipo Gandhi y por los chavos de onda de nuestro tiempo, que consiste básicamente en comprar y comprar libros y traerlos bajo el brazo para presumirlos, sacarse fotos intelectualosas junto a tu librero fresa, de traer el look de bibliotecario/a y decir que te encantan los libros, que amas a Murakami, o que tú leíste a Fadanelli o a Yépez antes de que fueran famosos (o sea, mainstream, goei).
Seamos honestos: a menos que uno sea librero o editor, un libro es simplemente una herramienta, el medio, a veces muy bonito y propenso a fetichismos pero siempre el medio, de encontrarse con lo que uno en realidad buscando. Un cuento no es menos cuento por ser transmitido oralmente, ni un buen poema deja de serlo por no estar publicado en libro. Y Leer no nos hace mejor personas. Leer no nos hace más inteligentes. Leer no nos transforma, ni nos transporta ni nos muestra mundos maravillosos. NO. Leer, por sí mismo, al igual que escribir, es solamente un proceso cognitivo, una forma de apropiarse del mundo, pero definitivamente no la única.
Me importa muy poco si alguien lee mucho, porque al final, uno puede comprarse y leer media librería y no encontrar más que cinco libros valiosos –sería, eso sí, mucha mala suerte que toda la buena literatura se quedara en la otra mitad de la librería–. O bien, uno puede irse una tarde completa a pepenar en una librería de viejo y salir con un libro que le marcará la vida para siempre, tal vez con cinco líneas. Tal vez con un pedacito de poema. Al final, uno ama a sus libros, o más bien a ciertos libros, por lo que tienen escrito y por lo que representan.
Por eso gran parte de los comerciales de Gandhi –que además es súper rapaz y aprovechón–, al igual que los fotoblogs de "lectores" en tumblr o los textos como el de "sal con una chica que no lea" me parecen estúpidos. ¿Sería mucho pedir que en sus anuncios de la tele o de la parada de camión acotaran un poco y pusieran sí a una muchacha en paños menores, pero leyendo el Palinuro de México, o bien recitando algo de don Rubén Bonifaz Nuño?Probablemente sí, pero no estaría mal intentarlo.
4 comentarios:
a Mónica le gusta mucho este post. Coincido en un 95%, el 5% que no, es porque a veces sucedes que las descripciones extraordinarias, sí transportan a una a lugares maravillosos.. :p
Descripciones que, por otro lado, pueden comunicarse oralmente. Touché.
Cada vez que veo un parabus de estos me dan ganas de...¿de que me dan ganas? de llorar, de vomitar, de arrancarme los tres pelos que me quedan en la cabeza...pero de leer NO ME DAN GANAS.
Pues de sentarse, ¿no? Usualmente llegamos al parabús ya bien cansados y con ganas de quedarnos medio dormidos en esa banquita. Saludos y gracias por visitar.
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