Tengo que confesar, con toda la vergüenza en la cara, que hasta esta semana nunca había leído a Fernando Pessoa. Mi primera excusa es la misma que utilizo para los escritores rusos o polacos, o sea, que si no leo en la lengua original entonces no me siento completamente satisfecho. Compré un par de libros de esos que editó verdehalago y la verdad es que luego de hojearlos no me dieron ganas de leerlos. Me rehusaba a creer que eso que estaba leyendo era Pessoa, aquél a quien tanta gente cita con desprecio al interlocutor cuando quiere hacerse el inalcanzable intelectual.
Mi segunda excusa –y llámeme tarado por eso, lo acepto– es que no identificaba muy bien a los heterónimos que fue Pessoa. Me aterraba la idea de comprar un libro de alguien que yo supusiera un heterónimo y que terminara no siéndolo. Afortunadamente las circunstancias en las que vivo/trabajo me han llevado a un par de antologías bilingües, y ahora me doy cuenta de que sí me he perdido muchísimo. Además, luego de darle vueltas a varias antologías de poesía catalana, y metiéndole un poco de coco italo-afrancesado y otro tanto de canciones de Maria Rita, leer poesía en portugués me resulta una actividad fluida y terriblemente alegre.
Eso, sólo quería celebrar ligeramente mi encuentro con Alberto Caeiro, ese señor que representa un lado de la poesía que yo sólo había oído celebrar, y que encuentro muy rica y transparente. No puedo esperar a conocer a Ricardo Reis y a Álvaro de Campos, tal vez se arme un buen cotorreo.
***
Va un pedacito de poema que me parece brillantísimo:
Sejamos simples e calmos,
como os regatos e as árvores,
E Deus amar-nos-á fazendo de nós
Belos como as árvores e os regatos,
E dar-nos-á verdor na sua Primavera,
E um rio aonde ir ter quando acabemos!...
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