martes, 20 de julio de 2010

"Sounds for a broken heart" o de cómo geistesgeschichte nos devora

Cuando en 1993 toqué por primera vez una computadora –en un taller aburridísimo para los 3 niños o niñas más inteligentes de cada grupo, porque antes yo era inteligente– seguramente no tenía idea de que en el 2010 tendría una computadora portátil –de ésas con la manzanita mordida–, 8 cuentas en redes sociales más tres correos, tres mensajeros instantáneos y muchísimos gigas de memoria ocupados en música. Y tampoco me imaginaba, tan niño e inteligente como nunca después lo he sido, que mis gustos musicales terminarían con matices tan melancólicos y drama-friendly. En doce años pasé de escuchar ocasionalmente y sin reproche exclusivamente música cristiana –de iglesia protestante– a descubrir, en orden cronológico, el pop cristiano, rock cristiano, mainstream mexicano, jazz-easy listening –tipo Ella Fitzgerald y Louie Armstrong–, reggae, ska, jazz de culto, música alternativa –término taaan de fin de siglo– country, folk, y, finalmente, el muy reciente y bienvenido indie. 
Así, a un mes y diez días de cumplir lo que en años equivaldría al quarter pounder de las hamburguesas de McDonalds, me doy cuenta –como G, con quien según last fm tengo una coincidencia de gustos excelente– de que gran parte de mi música preferida es percibida por otros como música aburrida, deprimente, triste, depresiva o todas las opciones anteriores conjuntas. La verdad es que no sé si existe un gen que hace que ciertas personas seamos propensas a escuchar la así llamada "música triste", pero lo cierto es que me alegra mucho –ja– contarme entre ellos y ellas, porque en cierta forma refleja quién soy. Me alegra mucho no ser un tipo hiperactivo, uno de esos psicópatas que va sonriéndole a todo el mundo por la calle y es adicto a los días soleados, por lo que cuando se nubla se deprime inexplicablemente. Me gusta la música triste, me gustan los días nublados –excepto cuando, como hoy, decido lavar y no se seca mi ropa–, me gustan las muchachas inteligentes y tristes, me gusta cantar canciones deprimentes aunque no esté deprimido. 
Así que se me ocurre que, como imagino que sucede cuando les ponen los soundtracks a las películas, puedo hacer varias playlists para determinados momentos. El primer playlist lo quiero hacer de la música que escucho cuando estoy bien deprimido y canto con la voz quebrada, y de hecho, tal vez eso explique mi tendencia al drama, me gustan tanto esas canciones que busco crear situaciones que me permitan cantarlas a gritos cuando no voy a trabajar. Va pues mi top ten de las canciones depresivas, o para no sonar tan mal, el playlist "Sounds for a broken heart":

10. Maldita Noche (la Danseuse au Pied Bot) - Les primitifs du futur (no lo encontré en youtube)

9. Boy - The magic numbers (carajo, tampoco la encontré)

8. Man like you - Patrick Watson


7. Paris Sunrise #7 + Lifeline - Ben Harper


6. Algo de Suerte - Rockdrigo González


5. Going to Acapulco - Yim Yames & Calexico


4. The sad waltzes of Pietro Crespi - Owen


3. Last time - Paul Baribeau


2. Some devil - Dave Matthews


1. Blue Skies - Noah and the whale


0 (o sea, la más depresosa de todas las canciones, dígame si no). The blower's daughter - Damien Rice.


Hay muchísimas más, y ahora que lo veo, sólo son cantantes hombres. Me faltaron Angus & Julia Stone, Cat Power, Anthony and the Johnsons, Camera Obscura, City and Colour, Gregory and the Hawk, Iron & wine, Death cab for cutie, Monsters of folk, Chris Garneau, Pedro the Lion y Rickie Lee Jones, pero es que no me pude decidir por sólo 10, así que si alguno de los lectores y lectoras desea hacer su propia versión de mi playlist, siéntase en confianza de hacerla y compartirla. Y que viva el espíritu de nuestra época, con sus redes sociales su música depresosa y su last fm. Que viva.

Posdata 1. Pongo aquí la tabla de mi música según last fm para que vea que no miento.



Posdata 2. También canto a gritos Michelle, High and dry y Creep, pero esas vendrán en otro post, así que las dejé de lado. 

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