Mentiría si dijera que me gusta la fiesta brava. La verdad es que nunca he entendido cómo es que la gente se divierte tanto en/con el toreo, y lo que es más, no sé cómo pueden defenderlo tan encarnadamente. Sin embargo, no tengo nada contra el arte taurino. Es más, me parece absurdo estar en contra, por eso de la defensa de los animales, y la sangre y esas cosas. Simplemente es aburrida.
Hace unos años alguien me preguntó si era aficionado a la tauromaquia. Le dije que no, pero que no me disgustaba. Me dijo que tenía el tipo, y que la mayoría de los aficionados usan gorritas como las que yo también. Además son güeros, peludos y barbones. Me disgustó un poco la acotación descriptiva, pero luego me di cuenta que es muy probable que sea así.
Y no se trata de que no lo conozca. Una vez fui a la plaza, al Relicario con mi abuelo. No recuerdo gran cosa, salvo que me compraron un sombrerito, un capote y una espada. Además, mi papá solía ver las corridas en la tele los domingos en la tarde, justo en el medio tiempo de los partidos de futbol. Él parecía entenderlo, y de hecho hasta intentaba explicarme, pero nunca lo entendí, sobre todo por el hecho de que tardaran tanto para matar al toro o para dejarse cornear.
Y qué, dirá el lector. Pues que desde hace un tiempo, me he dado cuenta que existen dos tipos de deportes -sí, ya sé que la tauromaquia es un arte, no un deporte-, o mejor dicho, dos tipos de presenciar los espectáculos deportivos. Por un lado está el fanatismo tipo "hincha", con su manifestación fundamental entre los argentinos. El que canta, grita, salta y se pelea en el estadio. El que nunca falta a los partidos, que colecciona toooodas las playeras y se sabe tooodas las canciones. Y los espectadores a la antigua, a los que hemos llamado voyeurs de los deportes.
Ya había hablado de esto en otro post, pero hoy me di cuenta que los voyeurs de los deportes miran fundamentalmente cinco espectáculos deportivos. El beisbol, el box, las luchas, el futbol y la tauromaquia. Los deportes más viriles, no por los golpes, sino por el gran rito y la magia que encierran. Espectáculos que que tuvieron su época dorada en los 60's y que hoy han sido, salvo el beisbol y la tauromaquia, expropiados por los fanáticos gritones, por las porras que ya se dicen barras, por las mujeres borrachas que creen que al estadio o a la arena se va para sacar los corajes de la semana.
Ya pues. ¿Entonces se trata de resentimiento? -me preguntará el lector. Pues no. Se trata de que hoy me di cuenta que aunque no soy seguidor de la tauromaquia, sí soy admirador de las crónicas de tauromaquia. Me di cuenta escuchando el noticiero de Jacobo Zabludowski, en donde suelen transmitir la crónica de la corrida del domingo en voz de algun aficionado. Así que un espectador, que bien pudo haber sido Juan Pérez, -aunque creo que se llamaba José Luis, o Enrique- llamó y soltó una maravilla, un poema de amor sobre la corrida de ayer. Seguramente me habría aburrido a morir si hubiera visto la corrida, pero al escuchar esa crónica entendí exactamente qué pasó. 5 orejas y un rabo. Verónicas y Chicuelinas. Y me emocioné, casi tanto como cuando supe que el puebla le había pegado al necaxa, con gol del bola González. Me emocioné y por un momento hasta sentí ganas de ser aficionado a los toros.
Luego me di cuenta de que no se trata de los toros. Se trata de escuchar la radio, a comentaristas viejos con palabras sabias, con mirada amarga y voz aguardientosa. Se trata de aprender de los grandes, a mirar con los oídos partidos maravillosos, sin importar los resultados -aunque a veces, como esta jornada de fut, todo concuerda. Se trata de las palabras exactas, o mejor, de las palabras mágicas que nos envuelven. Se trata de aprender los ritos, los conjuros, de los antiguos, voyeurs de los deportes. 5 orejas y un rabo, doble play con dos outs, huracarrana magistral o gol del bola González. Las palabras son lo que cuentan.
Hace unos años alguien me preguntó si era aficionado a la tauromaquia. Le dije que no, pero que no me disgustaba. Me dijo que tenía el tipo, y que la mayoría de los aficionados usan gorritas como las que yo también. Además son güeros, peludos y barbones. Me disgustó un poco la acotación descriptiva, pero luego me di cuenta que es muy probable que sea así.
Y no se trata de que no lo conozca. Una vez fui a la plaza, al Relicario con mi abuelo. No recuerdo gran cosa, salvo que me compraron un sombrerito, un capote y una espada. Además, mi papá solía ver las corridas en la tele los domingos en la tarde, justo en el medio tiempo de los partidos de futbol. Él parecía entenderlo, y de hecho hasta intentaba explicarme, pero nunca lo entendí, sobre todo por el hecho de que tardaran tanto para matar al toro o para dejarse cornear.
Y qué, dirá el lector. Pues que desde hace un tiempo, me he dado cuenta que existen dos tipos de deportes -sí, ya sé que la tauromaquia es un arte, no un deporte-, o mejor dicho, dos tipos de presenciar los espectáculos deportivos. Por un lado está el fanatismo tipo "hincha", con su manifestación fundamental entre los argentinos. El que canta, grita, salta y se pelea en el estadio. El que nunca falta a los partidos, que colecciona toooodas las playeras y se sabe tooodas las canciones. Y los espectadores a la antigua, a los que hemos llamado voyeurs de los deportes.
Ya había hablado de esto en otro post, pero hoy me di cuenta que los voyeurs de los deportes miran fundamentalmente cinco espectáculos deportivos. El beisbol, el box, las luchas, el futbol y la tauromaquia. Los deportes más viriles, no por los golpes, sino por el gran rito y la magia que encierran. Espectáculos que que tuvieron su época dorada en los 60's y que hoy han sido, salvo el beisbol y la tauromaquia, expropiados por los fanáticos gritones, por las porras que ya se dicen barras, por las mujeres borrachas que creen que al estadio o a la arena se va para sacar los corajes de la semana.
Ya pues. ¿Entonces se trata de resentimiento? -me preguntará el lector. Pues no. Se trata de que hoy me di cuenta que aunque no soy seguidor de la tauromaquia, sí soy admirador de las crónicas de tauromaquia. Me di cuenta escuchando el noticiero de Jacobo Zabludowski, en donde suelen transmitir la crónica de la corrida del domingo en voz de algun aficionado. Así que un espectador, que bien pudo haber sido Juan Pérez, -aunque creo que se llamaba José Luis, o Enrique- llamó y soltó una maravilla, un poema de amor sobre la corrida de ayer. Seguramente me habría aburrido a morir si hubiera visto la corrida, pero al escuchar esa crónica entendí exactamente qué pasó. 5 orejas y un rabo. Verónicas y Chicuelinas. Y me emocioné, casi tanto como cuando supe que el puebla le había pegado al necaxa, con gol del bola González. Me emocioné y por un momento hasta sentí ganas de ser aficionado a los toros.
Luego me di cuenta de que no se trata de los toros. Se trata de escuchar la radio, a comentaristas viejos con palabras sabias, con mirada amarga y voz aguardientosa. Se trata de aprender de los grandes, a mirar con los oídos partidos maravillosos, sin importar los resultados -aunque a veces, como esta jornada de fut, todo concuerda. Se trata de las palabras exactas, o mejor, de las palabras mágicas que nos envuelven. Se trata de aprender los ritos, los conjuros, de los antiguos, voyeurs de los deportes. 5 orejas y un rabo, doble play con dos outs, huracarrana magistral o gol del bola González. Las palabras son lo que cuentan.
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