Nunca he sido fan de las cosas que contengan el adjetivo "extremo". Ni en la comida -léase picante extremo-, ni en la economía -léase pobreza...- y mucho menos en los deportes. De hecho, y aunque creo que las inovaciones son interesantes, no encuentro ningún motivo para dejar de jugar los deportes clásicos en pos de nuevas prácticas. Motivos extras: Generalmente el adjetivo "extremo" implica que más que un deporte de conjunto, el asunto girará en torno a uno mismo, además del hecho de que casi siempre esté una fractura o una contución de por medio.
Sé que hay público y practicantes para todo, pero lo cierto es que yo no podría dedicarme a inventar juegos y después tratar de profesionalizarlos. Soy predecible y disfruto de las tradiciones.
Hablo de esto porque hoy, después de comer, mi hermano y yo nos sentimos "extremadamente" ociosos, así que decidimos salir a jugar algo. La idea era instalar el viejo tablero de basquetbol, pero el taladro no sirve, por lo que escarbamos entre nuestros cachivaches y nos decidimos por los guantes y la pelota de beisbol. A mí me gustó la idea, pero a mi hermano, de carácter un poco más vanguardista, le pareció aburrido. Así que, para hacerlo más interesante, sacamos otra pelota y se lo dimos a la perra -pastora alemana. Lanzábamos una pelota, y mientras la perra intentaba arrebatárnosla, nosotros le quitábamos la otra. El juego duró mucho tiempo -al menos para ser un juego tan tonto, lo reconozco- y entre veloces lanzamientos y hábiles atrapadas, meditamos en el hecho de que el beisbol, en sí mismo, tiene como requisito la presencia de más de dos jugadores para poder ser entretenido. ¿Qué sería del deporte del diamante sin alguien que le pegara a la bola con un bate? Pues simplemente cachadas. Y a veces es aburrido aun con el bate de por medio.
Así que, desde esta humilde trinchera, el que ahora escribe -y su hermano- propone a los altos directivos de la liga Mexicana, la liga del Pacífico, y si es posible los de las ligas mayores -english spoken- enriquecer el juego de pelota caliente. Las reglas no están bien definidas, pero a grandes rasgos la propuesta es ésta: Por qué no integrar uno o varios perros que, al corretear alrededor de los jugadores intentando robarles la pelota, le añadan cierto dejo de peligro al partido. Tal vez un juego 9 vs. 9, pero de humanos contra perros. Mejor aun, una raza para cada nivel de juego. Ligas infantiles juegan contra razas pequeñas; ligas menores contra perros medianos, y profesionales contra doverman's y rottweilers. Sería divertidísimo, y definitivamente, el primer deporte colectivo digno del adjetivo "extremo".
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