domingo, 5 de julio de 2015

Transformaciones

No entiendo muy bien por qué, pero estoy sentado frente a la computadora, con los ojos llorosos, viendo videos de los últimos meses de José Watanabe vivo, leyendo poemas. No entiendo cómo es que uno termina viendo videos de un poeta cuando en internet hay videos de prácticamente todo, de la misma manera en que sigo sin entender por qué alguien decide, por voluntad propia, dedicarle tiempo y esfuerzo a algo tan improductivo como escribir o hacer música o lo que sea. Es decir ¿qué hace que todavía hoy, a pesar de ver a tantos, tantas veces derrotados, alguien prefiera comprar un instrumento musical en vez de un iphone o una playstation 4 y una pantalla?
Estoy sentado frente a la computadora, con los ojos llorosos y pienso que el último mes ha sido de volver sólo a las cosas que quiero y de dejar de hacer otras que ya no me apetecen. Empecé el año sin ganas ni interés por volver a adentrarme en los enredos literarios (o mejor dicho, en el juego de las sillas de la burocracia literaria), pero también, luego de varios años de hacerlo por la fuerza, sin ganas de escribir. O mejor dicho, sin ganas de forzarme. Antes me parecía que las personas que dicen que la literatura es 99% trabajo y 1% inspiración eran simplemente personas sin talento. En cierta manera lo sigo pensando, pero también pienso que lo que entendemos por literatura es tan amplio que seguro que hay espacio para eso y para lo contrario. Empecé el año leyendo muy, muy poco, intentando acercarme a los autores y tareas pendientes, pero sobre todo tratando de entender quién soy y quién no soy, dejar hábitos y encontrar rumbo.
Encontrar el rumbo. ¿Rumbo a la propia casa, o al viaje del héroe (he estado leyendo a Campbell, por cierto)? Para mí, la casa es un cuartito con paredes tapizadas de versículos bíblicos y unos cuantos poemas, rolas aburridas y noches memorables. Para mí la casa es encontrarme, no tanto con los versos sino con la sensación de descubrimiento, con una ojeada (glimpse, en inglés, tan bonita palabra) de algo que no se sabe bien que es pero que está ahí, esperándonos. ¿Quién sabe si ése es el viaje del héroe, héroe casero y feliz en el no intentar? ¿Quién sabe si la casa es el destino, y el viaje consiste en cambiar la manera en que vemos lo que ya habitamos? Este poema de Adam Zagajewski, unido por un hilo invisible e inexplicable a mi héroe Watanabe, parece explorar ese rumbo. 


Transformation

I haven't written a single poem
in months.
I've lived humbly, reading the paper,
pondering the riddle of power
and the reasons for obedience.
I've watched sunsets
(crimson, anxious),
I've heard the birds grow quiet
and night's muteness.
I've seen sunflowers dangling
their heads at dusk, as if a careless hangman
had gone strolling through the gardens.
September's sweet dust gathered
on the windowsill and lizards
hid in the bends of walls.
I've taken long walks,
craving one thing only:
lightning
transformation,
you.




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