sábado, 5 de marzo de 2011

Pues uno no sabe bailar... pero a veces compra libros (y rompe récords personales)

Después de ir al df para una boda, una entrega de informe y una cacería de libros, estoy de vuelta en casa. La boda bien, la entrega bien y la cacería, aun a pesar de que no compré ninguno de los dos libros que originalmente motivaron la búsqueda –Pound y Plath me tendrán que esperar al próximo mes– mejor. Confieso con un poco de culpa que nunca había comprado tantos libros de un solo jalón –17 para ser exactos, que, aunados a los dos tomos de memorias de Cardenal que compre antes de irme, hacen un récord que definitivamente no debería batir hasta dentro de mucho tiempo–, y sobre todo que muy pocas veces lo había hecho con un ánimo tan festivo y con adquisiciones tan bonitas.
Pero no se crea, querido lector o lectora, que despilfarré mi dinero, de ninguna manera. Hice compras inteligentes –muchas veces guiado por G, gran consejera– y me parece que en muy buenos precios. Curiosamente, ambos extremos de precios los ocupa Rubén Bonifaz Nuño, el autor –en más de un sentido– de la tarde: El más caro, "de otro modo lo mismo" en 178; el más barato, los Reinos de Cintia, en 15. Menciones aparte merecen "Escritos a mano" de Esther Seligson (105), Las vidas de los Animales de Coetzee (70), Aviso a los Náufragos de Paulo Leminski (70), un libro de entrevistas de Frei Betto a Fidel (26!!!) y Palabras de Opotón el viejo de Avel-li Artís Gener, que había visto en 150 pesos y que me costó sólo 65. 
Definitivamente va a pasar mucho tiempo para que bata mi nuevo récord de libros comprados. Se tendrán que volver a conjuntar los ánimos, la oferta, la buena fortuna de encontrar los libros correctos, el dinero. Sobre todo el dinero. Pero mientras hay que disfrutarlo, porque aunque uno no lo quiera, comprar los libros que uno quiere motivan mucho para escribir cosas más cercanas a lo que uno desearía, y porque al fin y al cabo los récords personales no se baten todos los días.

***

Hablando de Bonifaz Nuño, queridísimo poeta, va el poema que, en muy pocas palabras, explica con lujo de detalle muchas cosas que me pasaron y otras más que platicamos en este viaje casi relámpago. Todo un himno, dígame si no.

Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
—pues no uno sabe bailar, y es triste—;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos;

para los que saben con amargura
que de la mujer que quieran les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados
una vez; aquellos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta,
ya mucho después de entrados todos,
supieron que no se cumpliría
la cita y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia,
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.

(24) De: Los demonios y los días

No hay comentarios: