Hoy tengo muchas ganas de escribir aquí, pero lamentablemente estoy a cuatro horas de salir hacia Veracruz, para después viajar a Tlacotalpan. Quería contar cómo es que ayer me metí al servicio nocturno de una Iglesia Metodista en el df y aprendí mucho, o que después de todo volveré a la etnografía y entrevistas con grabadora de voz en mano, pero esta vez mucho más relajado y con más dinero en la bolsa. O también, un post que he pensado desde hace mucho, sobre la alemanidad y el afrancesamiento.
Pero todo eso tendrá que esperar. Me voy en el momento exacto, porque ya no tengo mucho que decir. Espero que salgan cosas nuevas, cosas buenas que por lo menos sirvan para alegrar a quienes me lean tanto como yo me alegro de poder escribirlas. Lo demás no importa gran cosa, o al menos no ahora.
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Por cierto, hoy en el camión de regreso a Puebla empecé a leer Les Choses de Georges Perec y me parece que es gran novelista, pero sobre todo un tipo raro. Un tipo que adora las cosas en sí mismas, que las describe a la mejor usanza francesa pero sin las mismas motivaciones. Las describe porque son cosas y porque le gustan, no por esa ambientación narrativa post-Proust. Aquí copio unas líneas que me pegaron duro, porque de repente sentí que eso lo he vivido con los amigos.
Peut-être étaient-ils trop marqués par leur passé (et pas seulement eux, d'ailleurs, mais leurs amis, leurs collègues, les gens de leur âge, le monde dans lequel ils trempaient). Peut-être étaient-ils d'emblée trop voraces: ils voulaient aller trop vite. Il aurait fallu que le monde, les choses de tout temps leur appartiennent, et ils y auraient multiplié les signes de leur possession. Mais ils étaient condamnés à la conquête: ils pouvaient devenir de plus en plus riches; ils ne pouvaient faire qu'ils l'aient toujours été. Ils auraient aimé vivre dans le confort, dans la beauté. Mais ils s'exclamaient, ils admiraient, c'était la preuve la plus sûre qu'ils n'y étaient pas. (22)
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