miércoles, 10 de junio de 2009

fallaste corazón, o la sabiduría del señor que canta en la ruta 3

Las dudas. Las malditas dudas las cochinas dudas. Dudar como Santo Tomás pero sin el Maestro de por medio. Dudar en cada despedida, en cada saludo, en cada palabra que se dice a medias. Dudar de mí mismo, de ella, de los demás. Y lo que es peor, dudar del tiempo, de tres semanas y entre quinientos y setecientos kilómetros de distancia. 
Yo, que siempre dudo, no soporto la duda en otros. La incertidumbre. Insomnio el domingo, hasta las cuatro de la mañana vueltas en la cama, un poco por el calor y otro por las medias tintas. El lunes lo mismo, después de verla y observar y escuchar algunas cosas, tal vez sin importancia, darle vuelta a cada palabra desde las once de la noche hasta que me gana el sueño. Abro la compu e intento, en vano, trabajar la tesis. Entonces reviso algunos poemas que se han quedado en el tintero desde hace ya un buen tiempo. Un retoque aquí, uno allá. Cierro la compu y apago las luces, sólo para dar vueltas, de nuevo, en otra cama. El calor de nuevo, los mosquitos de nuevo, ella de nuevo. Por qué no puedo ser normal y dejar que las cosas sigan su curso? Porque entonces no sería yo, sino otro. 12.30, abro de nuevo la computadora, y uno a uno, termino los poemas. 3 poemas nuevos, y son las 4.30.
Martes, día siguiente. Dos intentos de verla, ambos fallidos. Cumpleaños, vino carne cerveza karaoke, todo sin ella. Al final de cuentas no es nada, no ha pasado nada, me digo a mí mismo para tranquilizarme. Pero no me sirve. Tal vez debería dejar de pensar en ella, dejar de molestarla y esperar. Borro su número del directorio de mi celular, y me decido a no escribirle mensajes a menos que me escriba ella. Tal vez debo terminar otro poema para sacarla. Así no espero nada, y si no pasa nada no me desanimo. Pero son las 2 y no termino el poema.
Carajo, es miércoles al medio día y no ha escrito. Seguro no tiene crédito, o seguro no quiere escribir, o no tiene nada qué escribir. Lavo la ropa, le añado media cuartilla a la tesis, y vuelvo al poema. No te sorprenda el día... Termino el poema, y de ella nada. Tal vez sea mejor así, tal vez me precipité, tal vez esto de darle vueltas al asunto haya echado todo a perder. Me convenzo, y renuncio a cualquier intento de encontrarla de nuevo.
Debo ir a la biblioteca, y justo cuando abro la puerta comienza a llover. Pongo la ropa en un lugar del tendedero en el que no se moje, y espero. Vuelvo a ver el poema. Está listo, nomás hay que tallerearlo. Termina de llover y salgo. La eterna ruta 3 cincoponientecincollaves. Va casi vacía, llenándose poco a poco. Se sube entonces, un cantante de camiones que me encanta porque usa una grabadora de casetes y canta maravillosamente. Pone play, y brota de su boca la sabiduría: ...la vida es la ruleta en que apostamos todo, y a ti te había tocado nomás las de ganar, pero hoy tu buena suerte la espalda te ha volteado, fallaste corazón, no vuelvas a apostar.
Volteo a verlo, con la piel chinita, y le digo mentalmente que no es para tanto, que en realidad nunca he tenido buena suerte, que nunca me ha tocado nomás la de ganar. Pero en el fondo tiene toda la razón. Fallaste corazón, no deberías volver a apostar, pero apostarás de nuevo y perderás, y escribirás poemas y estarás triste, para después apostar de nuevo hasta que no te quede nada. Ni hablar, mujer, trais puñal.

1 comentario:

Ireneo Morris dijo...

por supuesto la incertidumbre será siempre una mierda. pero si el asunto se convirtiera en certezas, se volvería tan malditamente aburrido que no valdría la pena saberlo.

de todos modos juan te llamas