sábado, 22 de noviembre de 2008

rulos dorados vs. los dorados

Ayer fue el concierto de los dorados. Como buenos clasemedieros post-universitarios, asistimos, no sin antes asegurarnos de que no cobraran. Y no sólo eso, G apartó lugares en el adelante al centro, y los retuvo por mucho tiempo -yo, para variar, llegué tarde-, haciendo desplante de su empipopeamiento, que tantos años le ha costado. Finalmente salieron músicos a escena, pero, gran sorpresa, aparecieron Ana Sánchez y Beto Cobos, con el baterista y el bajo de los dorados. No creo que sea necesario decir cuánto viboreamos a la señorita, no porque nos caiga mal -de hecho me parece muy atractiva, como me parecen las mujeres que cantan jazz- sino por interponerse entre los Dorados y nosotros. Además, se regodeaba en cantar baladitas, cosa que a mí me pareció de muy mal gusto, tomando en cuenta el tipo de música que queríamos escuchar. La verdad es que, según lo veo yo, ella es sólo el reflejo de lo que pasa con las jazzistas mexicanas. Mujeres que cantan baladas, o que cantan rolas fáciles o que hacen covers de boleros o bossas. Cantantes timoratas, con un scat flácido, que no se aparta de sus dos octavas de seguridad y que no se arriesga. Es eso, la falta de riesgo, lo que al final me tiene tan hastiado del jazz femenino. Siempre estándares, siempre improvisaciones demasiado vistas, siempre voces demasiado cuidadas, demasiado armónicas.
Pero, siguieron los dorados. Músicos que rompen el silencio, que lo desgarran, que le escupen notas en la cara a quien quiera escucharlos, que hacen armonías diversas, que no le tienen miedo a las escalas progresivas duras, a saltar entre ellas como lo predijeran los grandes de finales de los 60's, escalas peligrosas, cuchillas arengando los oídos de un público demasiado aplastado en su silla. Bravo por los Dorados, en quienes se puede escuchar a Sex Mob -G lo dijo justo cuando lo pensé- o a los Lounge Lizards. Bravo por los Dorados, porque son músicos agresivos, duros, que más que jazz, hacen música viva. Bravo por los Dorados, y que viva Pancho Villa.

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