Desde hace un tiempo me vengo preguntando por qué mi blog se sigue llamando "guía práctica del guerrillero inexperto", si casi nunca hablo de nada que tenga que ver con eso. Alguno pensará que es sólo por así decirlo, pero la verdad es que siempre me he sentido misteriosamente atraido y repelido a un tiempo por las temáticas revolucionarias, por el ejército no oficial. Debo decir que me encanta todo el apparel guerrillero, las casacas o levitas, el camuflaje, las mochilitas militares, siempre con tamaños adecuados según sea el caso, las barbas y las botas. Todo.
Sin embargo, la revolución mexicana -la de 1910- nunca me atrajo demasiado. No es que no me guste, me parecen coquetas las carrilleras y las carabinas, pero pienso que está muy manoseado el tema, mucha pose en torno a Zapata, mucha algarabía sobre Villa, y, a mi parecer, lo peor, los sombreros eran demasiado feos. En fin, que nunca encontré un aspecto que me maravillara propiamente.
Hasta hoy, que los alumnos de mi escuela presentaron un bailable. He de acotar que nunca me gustó la danza folklórica -es, cómo decirlo, tan... folklórica-, pero me conmovió mucho ver cómo bailaban la Adelita. Los hombres salieron de escena, y las mujeres hicieron dos filas. Tomaron unos rifles de juguete, y apuntaron hacia un lado y luego hacia el otro. Cómo es posible que haya obviado la imagen de la Adelita? Pocas cosas tan sexis como una mujer con un rifle. Una mujer en falda y carrilleras, que defiende a su hombre. Una mujer, forjada con el polvo del camino. Una mujer con dos trenzas -qué sexis son las trenzas. Carajo, quiero una Adelita. Y un rifle.
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