El martes pasado, 12 de noviembre, es una bonita fecha para recordar. Resulta que dos alemanes, trascendentes para el curso actual y futuro de mi vida, nacieron un doce de noviembre. El primero, San Martín Lutero, tiene por mucho la culpa de la austeridad del culto y los recintos de la rama de la Iglesia a la que pertenezco. El segundo San René Rilke -más conocido como Rainer María, irónicamente- tiene la culpa de que siga creyendo que el poeta es prácticamente un semidios. O mejor dicho, que, a la manera de espáiderman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Hace más o menos un mes me preguntaba por qué sigo idealizando tanto la labor de poeta. Más de una vez me he sorprendido pensando que tal o cual poeta es muy bueno, pero que tendría que ser más honesto o más amable o menos alzado. Porque es un poeta. Recuerdo que antes pensaba que si quería llegar a hacer poesía, tendría que saber al menos un poco de prácticamente todo. Sin embargo, uno termina por adecuarse. Terminamos aceptando el término poeta como algo genérico, como aquel que escribe poemitas y publica libros, aquel que es aceptado como poeta más por convención y por conectes que por su propio trabajo.
Y, el poeta hace poesía. Lo que significa que aceptaremos TODO lo que escriba, con tal de que se parezca a aquello que hemos aceptado como poesía. Sea artificio, sea pornografía barata, sea una lista de súper -fue William Carlos Williams?, Aunque esa sí era poesía, ja. Recuerdo que antes pensaba que tendría que escribir muchísimos poemas, y que entre todos esos encontraría unas cuantas palabritas que conmovieran, que fueran poesía. Y recuerdo cuando me desencanté, me di cuenta de que generalmente hay mucha más poesía en medios expresivos más directos, como en la música de Mingus o de Satie, o en cierta plástica descarnada, sea en anuncios publicitarios o en algunas esculturas en las que no hace falta mirar ni el nombre ni el autor. Hoy me dan ganas de seguir siendo exigente, pero parece ser que los criterios son ya un poco anticuados, así que habrá que decidir si realmente queremos -y podemos- adaptarnos a las formas contemporáneas, o de plano dedicar este blog a las crónicas deportivas.
En fin, que a manera de efeméride-homenaje, decidí desempolvar mis "cartas al joven poeta" en una pésima pero muy útil edición de Tomo. La he leído en los camiones y, con mi portaminas del .5, he subrayado algunas cosas que me parecen interesantes, que se quedaron en mi subconciente y que ahora reencuentro.
Nadie puede aconsejar ni ayudar . Nadie. No hay más que un solo remedio; adéntrese en sí mismo... Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche "¿Debo yo escribir?"... si es afirmativa [la respuesta]... entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida.Chale. Con tantas exigencias, no me sorprende que no tenga novia y que no haya terminado más de diez poemas en mi vida. Lo bueno es que el blog sí lo perdona todo. Salud por Rilke y por Lutero. O mejor dicho, Prost.
Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza.
Y si de este volverse hacia adentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos veros, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos.
Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad
Acaso resulte cierto que está llamado a ser poeta. Entonces cargue con éste su destino; llévelo con su peso y su grandeza, sin preguntar nunca por el premio que pueda venir de fuera. Pues el hombre creador debe ser un mundo aparte, independiente, y hallarlo todo dentro de sí y en la naturaleza, a la que va unido
Lea lo menos posible trabajos de carácter estético-crítico...Las obras de arte viven en una soledad infinita, y a nada son menos accesibles como a la crítica. Sólo el amor alcanza a comprenderlas y a hacerlas suyas; sólo él puede ser justo para con ellas
Todo está en llevar algo dentro hasta su conclusión, y luego darlo a luz; dejar que cualquier impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio entendimiento: hasta quedar perfectamente acabado, esperando con paciencia y profunda humildad la hora del alumbramiento, en que nazca con una nueva claridad. Éste, y no otro es el vivir del artista: lo mismo en el entender que en el crear
Ser artista es: no calcular, no contar, sino madurar como el ábol que no apremia su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tal vez nunca pueda llegar otro verano. A pesar de todo, el verano llega
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