miércoles, 15 de octubre de 2008

échale leña al fuego vicentito

más sobre el mismo tema. Se pone candente:

Luis Vicente de Aguinaga
on Oct 15th, 2008 at 7:54 pm

No, mi admirado tocayo: no viví ni presencié los hechos del 68. Nací en 1971, lo cual supone que tampoco estuve, ay de mí, en la batalla de las Termópilas, tema de mi clase de hoy en la Universidad. Pero igual, ya ves, me suelto y hablo hasta de lo que no sé, o incluso comienzo por ahí: por lo que no sé. Ve tú a saber por qué razones (quién quita y a lo mejor hasta son razones poéticas y musicales) he llegado a entender que algunas cosas importantes de la vida se fundan en la conciencia que a veces llegamos a tener de acontecimientos que no vivimos ni conocimos.

Al comenzar tu artículo, José Vicente (artículo que, insisto, me gusta por su emoción y generosidad: espero que no te hayas tomado esta declaración como ironía ni como insulto encubierto), acudes a ese “nosotros” que, ahora que lo dices, te abarca nada más a tus amigos y a ti. Al hacerlo eres -o eso me pareció ayer, cuando leí el ensayo- bastante claro: “nos ceñiremos a los jóvenes que en 1968 en México teníamos un promedio de veinte años de edad (unos más y otros menos)”. ¿Debo entender, con frases como ésta, que te refieres nada más a tus amigos y a ti? ¿De verdad está implícita esa lectura específica? Desde mi perspectiva particular, que tú ya descalificaste descalificándome a mí, por mis incapacidades de lectura y comprensión y hasta por mi fecha de nacimiento, desde mi perspectiva, repito, cuando un escritor dice referirse “a los jóvenes que en 1968 en México teníamos un promedio de veinte años de edad”, la cosa está clarísima: el escritor en cuestión se refiere no sólo a su grupo de amigos, entrañable sin duda, sino a toda una franja de población y edad que no necesariamente hablaba inglés entonces ni lo habla hoy, que no necesariamente disfrutaba con las canciones de Bob Dylan, que no necesariamente había leído a Rimbaud, etcétera. Quiero creer que mi confusión viene del hecho de que uses el “nosotros” en dos registros: para referirte a ti en este momento de octubre de 2008 (”nos ceñiremos”) y para referirte a los jóvenes de 1968 (”teníamos un promedio de veinte años de edad”).

También aseguras, José Vicente, que se da necesariamente un conflicto entre Tanatos y Eros “cuando se vive en un país en el que gobierna la megalomanía oligofrénica y, por otro lado, los jóvenes están llenos de vida, hartos de la miseria material y espiritual, ávidos de justicia”. En cuanto a Eros y Tanatos no tengo mayores broncas neuronales, o eso creo. Pero esta otra duda sí te pido que me la quites, por favor (porque mi comprensión original de la frase ya no puede ser la misma después de la regañiza): esos “jóvenes [...] llenos de vida”, ¿son los jóvenes que decidieron unirse al movimiento estudiantil, son todos los veinteañeros del país hace cuatro décadas o son tus amigos y tú en sentido estricto?

En cuanto a la primera objeción que planteas no tengo nada que añadir. Para mí está clarísimo: una cosa es lo que me parece y otra cosa son los universales aristotélicos y tomistas. No juzgo verdad lo que supongo ni mucho menos, ni sé por qué se te haya ocurrido reprocharme semejante insensatez. Lo que sí creo, en cambio, es que tanto la realidad como los recuerdos, cuando son bellos, no tienen por qué someterse a curas de juventud ni a tratamientos extra de belleza.

Pero son cosas con las que yo fantaseo a solas y que no trato de venderle al FONCA ni a la Secretaría de Cultura del Gobierno de Muertepec, mi apreciado Anaya. Prefiero quedarme con estos rollos: lo que solito me guiso, solito me lo refino. Y que a los ojos azules otros les digan ojos claros, que a mí -¡total!- qué me importa.

Va un apretón de manos de Luis Vicente.



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