Para contrarrestar el hecho de que llevo ya un buen rato obsesionado con la poesía Watanabe, hoy retomé la lectura de Enrique Lihn, un poeta que, la verdad, no me gustaba mucho. Básicamente me cuesta mucho trabajo seguir su ritmo de pensamiento y la manera en la que pasa de una imagen a otra sin demasiada relación lógica. Aun así, he encontrado un par de poemas que quiero transcribir aquí. Empiezo con este, "Recuerdos de matrimonio", porque lo ligo un poco con la búsqueda de A que, por fin, llegó a buen puerto.
Recuerdos de Matrimonio
Buscábamos un
subsuelo donde vivir,
cualquier lugar que
no fuera una casa de huéspedes. El paraíso perdido
tomaba ahora su
verdadero aspecto: uno de esos pequeños departamentos
que se arriendan
por un precio todavía razonable
pero a las seis de
la mañana. "Ayer no más lo tomó un matrimonio joven".
Mientras íbamos y
veníamos en la oscuridad en direcciones capciosas.
El hombre es un
lobo para el hombre y el lobo una dueña de casa de pensión con los
dientes cariados, húmeda en las axilas, dudosamente viuda.
Y allí donde el
periódico nos invitaba a vivir se alzaba un abismo de tres pisos:
Un nuevo foco de
corrupción conyugal.
Mientras íbamos y
veníamos en la oscuridad, más distantes el uno del otro a cada paso
ellos ya no estaban
allí, estableciendo su nido sobre una base sólida,
ganándose la
simpatía del conserje, tan hosco con los extraños como ansioso de
inspirarles gratitud filial.
"No se les
habrá escapado nada. Seguramente el nuevo ascensorista recibió una
propina"
"La pareja
ideal". A la hora justa. En el momento oportuno.
De ellos, los
invisibles, sólo alcanzábamos a sentir su futura presencia en el cuarto
vacío:
nuestras sombras
tomadas de la mano entre los primeros brotes de sol en el parquet.
un remanso de
blanca luz nupcial.
"Pueden verlo,
si quieren
pero han llegado
tarde"
Se nos haría tarde.
Se hacía tarde en
todo.
Para siempre.
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