lunes, 20 de febrero de 2012

The language of the flowers

Hace más o menos un mes –casi un mes, según recuerdo–, alguien me decía que, a pesar de la enorme cursilería que puede representar, a ella le gusta que le den flores. Yo, tan romanticista y victoriano –guiño, guiño– como fui, le decía que en realidad el gesto de las flores era un asunto mucho más complejo que simplemente escoger una rosa roja y darla, que en algún momento de la mojigatería europea de la segunda mitad del siglo XIX dar flores era usar un lenguaje. Pese a intentar explicarme al respecto –hablando a trompicones de rosas, margaritas y gerberas en pleno Miguel Ángel de Quevedo–, y probablemente porque mi memoria me impidió recordar muchos datos importantísimos, la compañía en cuestión no parecía muy convencida.
Hoy, mientras buscaba un librito de Jakobson para justificar ciertas funciones vocativas/rituales de la poesía –y que por cierto nunca encontré, alguien se está llevando los libros de la biblio de profética y lamentablemente no soy yo–, me encontré un librito color morado y con flores en la portada, rarísimo por, precisamente, cursi. Inmediatamente que lo vi lo tomé y, al hojearlo, me doy cuenta de que no estaba tan errado en mis conceptos. Acá reproduzco un pedacito de la introducción y pongo una foto del índice de clasificaciones, para que vean que no lo estoy inventando todo:

Inspired by a book entitled Le Langage des Fleurs by a french woman, Madame de la Tour, the Victorians practiced the new floral code with the same dedication with which they built their cities and furnished their houses. The choice of flower was all important, but so too was the manner of presentation. If the flowers were upside down the opposite meaning was intended, thus tulips presented with their stems uppermost meant blatant rejection from a lover. If the ribbon was tied to the left, the meaning refered to the giver, if tied to the right, to the recipient...
Y bueno, la verdad es que en todas las lenguas, las flores tienen siempre los nombres más bonitos: Daffodil, Clematis, Forget-me-not, lilac, honeysuckle, Ivy. ¡Imagínese usted las posibilidades de saber el lenguaje de las flores! Podría, si quisiera, expresarle prácticamente todos los sentimientos necesarios a su pareja amorosa ¡sin la estorbosa necesidad de hablar! Ahora sólo me falta encontrar un libro que justifique también el lenguaje del pañuelo en manos de una dama y podré enamorarme de una chica [neo]victoriana.



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