Si usted, querido lector o lectora, no tiene twitter, tumblr o algún otro tipo de red social que se distribuya información más allá de las agencias noticias más tradicionales, entonces posiblemente no estará familiarizado con el hashtag #15oMX –para ser honestos, probablemente ni siquiera sabrá qué es ese gato/hashtag antes de los numeritos y letras–, así que va una brevísima explicación. #15oMX es una especie de abreviación para una fecha y un lugar, el sábado 15 de octubre, en este caso México, pero lo mismo aplica para muchos otros países, en los que se llevarán a cabo manifestaciones en contra de la desigualdad, en contra de la inequidad en la repartición de la riqueza, en contra de la corrupción, la violencia, el mal gobierno, la desinformación... en contra de muchas cosas, pues.
La verdad es que este asunto #15o es una especie de réplica de los diversos movimientos "sociales" –o tal vez deberíamos llamarles "media-sociales"– que han sucedido en varios países árabes, en España, en Inglaterra, y más recientemente en los Estados Unidos. Las consignas, que de manera general giran en torno a la desigualdad y a la pobreza, han variado en cada país, y aunque a veces son un poco incongruentes, absurdas o hasta manipuladas –como en el caso de España, en donde algunas manifestaciones fueron impulsadas por empresarios jóvenes, muy activos en la economía española y con intereses en la alternancia de poder– son, en su gran mayoría, legítimas.
Ahora bien, a mí, como supongo que a muchos de los –pocos– lectores y lectoras que visitan regularmente este blog, este tipo de manifestaciones masivas, y en este caso globalizadas, me producen un poco de desconfianza. Primero, porque usualmente son convocadas por debajo del agua desde las filas de algún partido político o las oficinas de tal o cual político, y al final terminan siendo una forma de manipular a quienes de manera honesta deciden participar. Así nos ha pasado muchas veces, y luego de tantas, uno termina por sentirse defraudado.
En segundo lugar, sucede que las manifestaciones que surgen enteramente de la voluntad y organización ciudadanas tienden a ser, valga la ironía, terriblemente desorganizadas. Pasa que el ímpetu y las ganas de participar nos llevan a la manifestación, y en el momento en que estamos ahí nos damos cuenta de que en realidad no sabemos qué estamos haciendo ahí. O peor, todo el mundo jala hacia donde considera correcto, a veces hasta con consignas contradictorias entre sí. Y al final, de nuevo el más vivo termina apropiándose de una movilización que pudo ser plural e incluyente.
Tercero, un tema un poco escabroso, pero igual lo digo, porque deriva un poco del anterior. En el momento en el que reina el desconcierto, siempre hay activistas por los derechos sexuales que orientan la manifestación hacia sus consignas, radicales muchas de las veces, que terminan por volver prácticamente toda manifestación en una proclama de los derechos sexuales. No me malentienda, querido lector o lectora, considero muy importante este tema, pero también considero una falta de respeto a la posibilidad de pluralidad el imponer una consigna por sobre los demás. Habrá quien no esté de acuerdo, y no por eso pierde su derecho a manifestarse. Si bien, las tendencias actuales en la legislación de derechos se inclinan hacia los de tercera generación, los de minorías, la orientación sexual no es la única minoría, y por ende no es la única que necesita ser escuchada.
Muchas razones para quedarse en casa y no ir, claro. Pero entonces, por qué sí ir? Pues porque, revisando la organización del #15o en Puebla, encuentro que, si bien son atinadísimas y bien pensadas, ninguna de las proclamas me representa completamente. Pienso que, si bien habrá muchas personas que estudiaron letras –o bueno, eso se supone–, no habrá tantas que expresen libremente ser cristianos. Quiero ir porque soy cristiano, porque me interesa la poesía, porque me repugna la desigualdad, porque como indica una imagen que se ha utilizado para difundir la movilización y que me parece interesantísima, "tomar la calle es tomar la palabra". Voy para ver si es cierto. Quiero ver si, en medio de las proclamas libertarias y progresistas, sigue cabiendo un cristianismo de liberación, adecuado a nuestra época, pero con la misma preocupación por el amor al prójimo que se supone siempre ha sido el ideal cristiano. Quiero ir para escuchar a otros aunque yo no esté de acuerdo con ellos, y a escucharme frente a los otros.
Voy, en pocas palabras, porque todavía tengo esperanza, y quisiera mantenerla.
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