En realidad, los hechos no existen. Existen las intenciones, las ganas de que las cosas pasen, de hacer que pasen. No soy yo el que se levanta tarde o temprano, ni soy el que trabaja o no según el día de la semana o sale de fiesta o se queda en casa a ver películas de Woody Allen. No soy yo el que te dice que te quiere, ni el que se acerca sigilosamente en una fiesta y nunca te pierde de vista hasta que finalmente te despides delicadamente. Yo no hago eso.
Y si somos honestos, tampoco eres tú la que me llama desde lejos, la que me pregunta la hora o la dirección en la que estamos, la que me mira en la salita de un café por encima de sus amigas. Apenas somos las intenciones de seguir despiertos, de no rendirnos todavía, porque no vale la pena dejar el cuerpo tan entero, porque la vejez no es ni siquiera la mitad de triste comparada con la rutina. La intención de deletrearte el cuerpo, de recorrer las calles con tu nombre entre los dientes sin importar cuál sea tu nombre, la decisión de desgastarse las pestañas contigo, conmigo, con todos los que somos en mí. Porque somos enormes y tenemos muchos cuerpos, todos en mí y en ti y en lo que nos rodea. Porque como Witman, contenemos multitudes.
2 comentarios:
pinche maricon
Jejeje. Chale, yo sólo tuve un anónimo amenazante y me sentía importante. Pero fue hace mucho tiempo y ya lo perdí. Lo quiero de regreso :(
Saludos, mano!
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