A estas alturas del partido –entiéndase después de 274 posts y casi tres años– podemos, usted y yo, querido lector o lectora, tener claras dos cosas sobre este blog. Uno, que 6 días sin postear nada es mucho tiempo, tomando en cuenta que en otras épocas llegaba a postear dos o tres veces en un mismo día. Mi justificación es sencilla. Mucho trabajo, una tesis pendiente y el creciente esfuerzo por cambiar las cosas de mí mismo que sí puedo cambiar. Y dos, que soy un bravucón de las palabras y me gusta serlo. Soy pésimo para debatir, para argumentar, para sostener siquiera una discusión decente. Pero afortunadamente y desde sus comienzos, este blog no es un espacio de debate, ni un diálogo con tal o cual persona y mucho menos un mundo donde quepan muchos mundos. Este es un blog. Mi blog. Pongo lo que se me ocurre, lo que veo, lo que me gusta, lo que no me gusta, lo que quiero y lo que no. A veces escribo poemas, no por amor a la literatura sino porque quiero, porque me sirve sacarlos a orear. No espero críticas o halagos, y mucho menos consejos sobre cómo mejorar mi escritura. Para eso hay talleres.
Siempre he pensado esta guía práctica como un querido diario de un exhibicionista. O mejor, como un happening de encuerados tipo tunick. A nadie le importa si los encuerados están gordos o flacos, si están planas o chichonas, nalgonas o si la tienen chiquita. Lo importante es que se encueraron y punto. A lo mucho, se puede apreciar el valor del encuerado para encuerarse, y si se es valiente, quitarse también la ropa.
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