Es jueves, y yo no tenía idea de eso hasta hace dos horas. El domingo regresé a Puebla, con la obligación de limpiar mi casa y de trabajar en la tesis. Y luego, viaje kamikaze al df, un poco para despabilarme y otro para por fin terminar el asunto tan escabroso del contrato. Torta del moro y café del Jekemir, que desde que se cambió de lugar se ha vuelto más caro y me sabe menos glorioso. Probablemente cambiaron de máquina.
Ahora que lo pienso, he gastado más en ir y venir al deefe que lo que en realidad me pagarán. No me quejo, pero creo que dejaré de ir hasta que haya alguna situación que lo amerite, fundamentalmente porque estoy frito de dinero. Poco, muy poco dinero en la bolsa, cada vez menos, y pronto se me termina la beca. Más vale que termine pronto la tesis, porque necesito trabajar.
Miércoles de limpieza, de tirar basura, barrer, trapear, lavar ropa, leer, ordenar materiales de tesis y futbol nocturno. También hacer música, una rola que empecé en semana santa por encargo de los Forajidos Fernández y que cada vez toma mejor forma. Lo que comenzó con 8 acordes (E, F#m, A, C#m, B, E6, A9, E9) de mi guitarrita de batalla , hoy se transforma en una rola con el toque característico de los FF. Un cuatro, una trompeta, arreglos con guitarra eléctrica, dos voces, y tal vez hasta una versión bossa.
Sólo falta la letra. Sé que quiero decir, tengo un par de frases, pero necesito el momento exacto para grabar la voz de una sola toma. Me preocupa que siempre que intento cantar algo nuevo, la letra tenga que ver con la mañana y con levantarse. En realidad lo único que le agradezco a mac, es que el GarageBand que me da muchas opciones. Y bueno, sé que si pudiera le pondría el nombre de una mujer, pero mejor no, no vaya a ser contraproducente. Espero que salga pronto, y que me guste. A ver qué sale.
Y jueves, hoy, de levantarse temprano, con el falso nombre de la canción que estoy haciendo en la boca. Cinco minutos en cama antes de levantarme, repitiéndolo, despacito, antes de tirar las cobijas. Café y pan, yogur y jugo de naranja. Su nombre de nuevo. Su nombre y el color de sus ojos, que la última vez me parecieron exactamente el color de un café turco endulzado con miel. Jacques Derrida y Louis Jean Calvet. Y su nombre de nuevo. ¿Sabrá ella que repito su nombre más o menos 27 veces en el día? No lo sabe. Tal vez lo sospecha, pero no se lo he dicho. Por ahora no se lo pienso decir, porque no hace falta. Me gusta tener alguien en quién pensar mientras trabajo, qué importa lo que pase después.
Es jueves. Las 5.20, y yo estoy sentado en casa amarilla esperando que pare la lluvia para ir a jugar futbol de nuevo. Voy a repetir su nombre a ver si deja de llover.
2 comentarios:
joder, buen post. barroco.
ojete, no pasaste a beber cerveza a la casa. no tengo influenza eh.
voto por el bossa.
y abusado con lo que dice are: uno sólo nombra lo que le pertenece...
pero a veces no nos queda de otra que nombrar las cosas sólo porque lo son y ya nos pertenecerán algún día. Es sólo el preoceso de la supervivencia.
lamento dercirle que el viaje a Timbuctú se realizó el día domingo y ya no contamos con compañía -por eso de las vueltas al DF- y tampoco con la del joven Nano porque eso de que no tenga influenza es algo que ni dios padre se lo cree...
Publicar un comentario