Previsiblemente. Un adverbio muy bonito en sí mismo, pero terrible en la aplicación. Previsiblemente es entre los adverbios, la mamá que te dice que, a pesar de los intentos, las cosas no te saldrán porque no lo estás haciendo bien, la maestra que te dice que eres el más latoso, y que ningún esfuerzo tuyo podrá cambiar eso, porque ya estás fichado, es la tabla de descenso para un equipo condenado, la cuerda que todo el tiempo ha estado ahí, esperando que nos ahorquemos.
Previsiblemente es el adverbio de mi vida. Previsiblemente te quedas a un poquito de lograrlo. Previsiblemente te deshaces a un paso de lograr lo que intentabas. Previsiblemente, la mujer que te gusta parecerá corresponderte, pero dudará y al final dirás cosas tontas que harán que todo se apeste. Previsiblemente, tu equipo de futbol será eliminado antes de la final.
Y está bien. Uno aprende a vivir previsiblemente, esperando que alguna vez el implacable previsiblemente te perdone el día, que la mujer que te gusta por fin diga que sí -lo que sea que eso signifique-, que un proyecto deje de serlo y sea logro. Porque al final, eso también es parte del Previsiblemente.
Sin embargo, el problema es cuando el adverbio -como ciertos pantalones, chiste local- te trasciende. Empiezas a ver que el Previsiblemente aplica para prácticamente todo lo que te rodea. Una a una todas las cosas que esperas -dura cosa es la esperanza- se derrumban, Previsiblemente. Y, como es de esperarse -o sea, previsiblemente- te empiezas a preguntar si en realidad el apestado de previsibilidad seas tú, que con la sola mirada -y a veces con algunas palabras- echas a perder todo. Es peligroso, pero ¿qué otra explicación tiene que el Previsiblemente haya alcanzado hasta el clásico mundial?
Previsiblemente, el baseball asiático -Korea y Japón-, una maquinaria bien engrasada, venció al beisbol latino, -México y Cuba. Y es triste, porque en este caso la esperanza está ligada al sabor, a la apuesta por el alma, por lo humano del juego, frente a la mecanización de procesos, para ganar dinero, orgullo, patrocinadores.
Pero bueno, de los males el menos. Por mucho que ganen, los asiáticos siempre serán feos, deslucidos. Son exactos, y eso los hace aburridos. Consuelo de tontos, de los sin esperanza.
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