Son tantas las cosas que decir, que terminaré sin haber dicho gran cosa. Sólo recuerdo cómo el mago de los instrumentos -la segunda trompeta, segunda voz, corno francés, teclados y xilófono- dijo que los gringos tenían que sentirse avergonzados porque en México el público se sabe mejor las canciones, aunque en realidad sólo las tarareábamos, y gritábamos fuerte los coros. No salí tan emocionado como debiera, precisamente por el público. Más allá de los obligados comentarios frente a la chairez -no es el momento ni el lugar para discutirla- me he dado cuenta que el público mexicano es demasiado permisivo. Como amamos al grupo, le permitimos que se equivoque, que haga adaptaciones chaquetas, que en lugar de tuba o bombardino use un contrabajo, y lo vitoreamos todo. Eso fue lo que me molestó. Que en algunas canciones no hubiera el punch de los discos, que la adaptación se quedara corta. No que todo haya estado por debajo del disco -de hecho, las rolas del "Holland" sonaban infinitamente mejor, menos house y más funk- sino ciertas cosas que se sentían demasiado.
Dos cosas más. La primera, la fórmula secreta para que los geeks sean populares. Sobre todo los gringos. Si usted es el típico geek de las series de televisión, con lentes enormes, peinado y vestimenta conservadora y sabe tocar algún instrumento que no es considerado el hit, váyase a Europa. Tome un poco del look parisien, aprenda canciones de Serge Gainzburg, búsquese su propio mercado. Cuando haya conquistado el underground europeo, haga un tour por el mundo, de preferencia en una agrupación de geeks. Le aseguro que será un gran éxito. Tal vez las mujeres no lo amen, pero lo admirarán por su estilo freaky.
Segundo. Es tristísimo darse cuenta que en una banda no es necesariamente el más talentoso el que da la cara. Sí, Zack Condon compone y canta estupendamente, toca su flugelhorn considerablemente bien, pero el hombre que en las fotos sale a la izquierda, un güero rancio, que a leguas se nota que era el menos popular de la escuela y el barrio, es verdaderamente un monstruo. En varias canciones puse mucha atención a sus ejecuciones. Siempre buenísimas. Casi nunca se equivocaba -de hecho sólo recuerdo un error en el Siki baba, cuando se le acaba el aire de tanta intensidad- y cuando el carita del grupo -que por lo demás es bastante feo, pero de los males el menos- fallaba, él levantaba la rola. Pero no tiene el carisma, no tiene el copete enorme, no hace movimientos que pretenden ser atractivos. Simplemente toca, y toca maravillosamente.
Quizás soy un poco duro con Zack Condon, pero hasta me pareció demasiado bossy. Demasiado amargoso, demasiado patrón para estar tan joven. Pero bueno, sus rolas lo valen. Al final de cuentas, Beirut en México fue, a pesar de los pesares, una sonrisa de domingo, esbozada desde el jueves.
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