Es oficial. Estoy desempleado. El 27 de febrero cobré mi última quincena, y hoy, a cuatro días, apenas lo asimilo. Me siento exactamente igual que si estuviera de vacaciones, salvo que no me quedo en casa de mis papás. No estaré ocioso, debo regresar a Puebla y trabajar marchas forzadas en la tesis, preparar papeles para varias convocatorias, ir a México por causas varias. Me queda un poco de dinero, así que trataré de sobrevivir este mes con eso que me queda, y después buscaré trabajo. Debo decir que es la primera vez desde que terminé mis cursos que me siento egresado, que puedo darme el lujo de dedicarme sólo a la tesis. El año pasado fue muy intenso, todos los cambios se me juntaron -dejar de estudiar, salir de casa de mis papás y quedarme en Puebla, trabajo formal- y la verdad es que pasé buena parte del segundo bimestre del 2008 deprimido. No sumido en la cama, sino peor, avanzando a tientas, a trompicones, sin poder detenerse a llorar un poco, sin poder pensar mucho en todo lo que pasa, sin negarme a aceptar las circunstancias.
Hoy estoy desempleado, y me alegra decirlo. Me alegra saberme con la posibilidad de comenzar de ceros, saber que estoy a tiempo de levantarme del letargo, de girar la tuerca para sellar lo que ha pasado y abrir otra puerta. Me acuerdo que alguna vez, hablando de poesía con un amigo, o mejor dicho, de la forma en que algunos poetas se renuevan y se mantienen vivos, creativos, nos dimos cuenta que la clave está en comenzar de ceros. En tomar lo que se ha logrado hasta un momento y apostarlo por algo nuevo, algo diferente, a veces diametralmente opuesto a lo que se ha hecho, a aquello por lo cual la gente nos conoce, aquello que nos identifica. Apostar por hacer algo más, por ser alguien más. Nadie garantiza el éxito, nadie asegura que lo que hagamos será mejor que lo conseguido al momento, pero es el arriesgue lo que verdaderamente nos hace sentir vivos, plenos en lo que hacemos.
Pero me da miedo. Me da miedo llegar a un punto en el que me de cuenta que no soy tan inteligente como me gusta pensar. Me da miedo no terminar la tesis, me aterra pensar que tal vez dejé pasar demasiado tiempo, que tal vez mi sensibilidad se atrofió y ahora todos los proyectos de poemario que tengo se quedarán en eso, proyectos, que se perderán, que me dedicaré a otras cosas y que después de mucho tiempo tal vez me de cuenta que la decisión no me hizo sentir pleno. Eso, por sobre todas las cosas me aterra tener que decidirme finalmente, y que la decisión que tome me haga infeliz por el resto de mis días. Sé que suena tonto, demasiado drástico, pero nadie me puede negar el derecho de ser tonto,
De cualquier manera, no hay marcha atrás, y no quiero ser de los que retroceden. Sólo me queda trabajar a tope. Y seguir, al fin que los pasos ya están dados. Sólo hay que caminarlos. Nomás.
1 comentario:
Jo yo sigo desempleada desde hace como un año, pero en mi caso ni siquiera he intentado buscar un empleo.
Publicar un comentario