Ayer por fin me di cuenta qué es lo que tanto me molesta de las fiestas navideñas. Independientemente de que toda fiesta masiva me resulta incómoda -no entiendo cómo alguien puede alegrarse tanto, digamos, por una guerra que ocurrió hace doscientos años- es sobre todo la predisposición a la cursilería lo que me inquieta. Diciembre es el mes en el que todo el mundo se da licencia para derretirse en miel. Los hijos se ponen sentimentales y extrañan a sus padres. Las parejas, sin importar cuán escabroso ha sido el año, se unen con el fin común de soportar a las familias respectivas -Navidad con los tuyos y añonuevo con los míos. Pero sin lugar a dudas, lo peor son los reencuentros. Que uno aproveche la temporada para saludar y abrazar a los amigos, para decirles que se les aprecia, que son importantes etcétera, bueno, es aceptable. Tal vez hasta es importante, porque no lo decimos con regularidad. Pero lo que realmente me incomoda es el rencuentro lejano. Encontrarse con el mejor amigo de la primaria, con el amor imposible de la secundaria. O peor aún. Encontrarse con la gente a la que nunca le hablaste en la prepa, y ponerse a platicar de las tantas cosas que han pasado desde que no nos vemos.
Pero lo que resulta patéticamente inevitable es el tono. Las palabras exactas, que parecen ensayadas, maceradas durante tantas navidades, independientes de la boca que las pronuncie. Que ondaaaa. Cuánto tiempo -o qué milagro-; qué es de tu vida? Carajo. Qué se tiene que contestar? En serio, qué tipo de pregunta es qué es de tu vida? Sé que obviamente debo dar un repaso a mi historial académico y sentimental, hablar de mi familia, de la gente que conocemos en común y otros etcéteras, pero por qué preguntarlo de esa manera? De mi vida es una larga historia. De mi vida, hombre, es un bonito ramillete de frustraciones y corajes. De mi vida es una caja de chocolates como en Forest Gump. Verdaderamente no hay manera de contestar.
Pero no me malinterprete, querido lector o lectora. No soy el grinch ni nada por el estilo. Acepto con gusto que hay algo de seductor en la temporada, aún en la pregunta. Uno nunca pierde el morbo de saber qué ha sido de la gente que hace mucho que no hemos visto. Quién se casó. Quién se divorció. Quién es gay. Quién tiene hijos. Quién, como los vinos, ha mejorado con el tiempo -AP, si estás leyendo, eres tú, aunque te hayas molestado- y quién está realmente dado/a al catre. No hay nada malo en eso, de verdad, pero por favor, si me encuentran -probablemente en feisbuc, donde toda la magia sucede-, y desean obtener una respuesta favorable y no una mentada de madre, formúlenme bien la pregunta.
Pero lo que resulta patéticamente inevitable es el tono. Las palabras exactas, que parecen ensayadas, maceradas durante tantas navidades, independientes de la boca que las pronuncie. Que ondaaaa. Cuánto tiempo -o qué milagro-; qué es de tu vida? Carajo. Qué se tiene que contestar? En serio, qué tipo de pregunta es qué es de tu vida? Sé que obviamente debo dar un repaso a mi historial académico y sentimental, hablar de mi familia, de la gente que conocemos en común y otros etcéteras, pero por qué preguntarlo de esa manera? De mi vida es una larga historia. De mi vida, hombre, es un bonito ramillete de frustraciones y corajes. De mi vida es una caja de chocolates como en Forest Gump. Verdaderamente no hay manera de contestar.
Pero no me malinterprete, querido lector o lectora. No soy el grinch ni nada por el estilo. Acepto con gusto que hay algo de seductor en la temporada, aún en la pregunta. Uno nunca pierde el morbo de saber qué ha sido de la gente que hace mucho que no hemos visto. Quién se casó. Quién se divorció. Quién es gay. Quién tiene hijos. Quién, como los vinos, ha mejorado con el tiempo -AP, si estás leyendo, eres tú, aunque te hayas molestado- y quién está realmente dado/a al catre. No hay nada malo en eso, de verdad, pero por favor, si me encuentran -probablemente en feisbuc, donde toda la magia sucede-, y desean obtener una respuesta favorable y no una mentada de madre, formúlenme bien la pregunta.
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