viernes, 27 de mayo de 2011

Esther Seligson o enamorarse de los muertos (1)

"Qué nueva y qué antigua es esta voz que se derrama"
Esther Seligson, Escritos a mano


Finalmente, después de pasearlo por tantos días y camiones suburbanos,  terminé "Escritos a mano", libro póstumo de Esther Seligson, coeditado por jus y la UANL. Lo lógico ahora sería hacer una reseña o algo así, pero como esas cosas nunca se me han dado –mis argumentos y juicios valorativos de la literatura se restringen al "me gustó", "me llegó intensamente" y al "porque sí" y "porque no"–, prefiero venir aquí y tratar de poner orden en las ideas que surgieron alrededor de la lectura.
Primero que nada, tengo que reconocer que el Mijail –el todavía joven poeta Mijail Lamas– tenía razón, tanto al recomendarme leerla y como al decirme que me hubiera encantado conocerla, y que habría tenido mucho que hablar con ella. Varias veces dentro de la lectura –especialmente en los apartados sobre Jerusalem, pero también en los primeros cuentos, tan lejanos a nuestra tradición admiradora de lo viril–, perdí el hilo por pensar una y otra vez que pude conocerla si hubiera nacido unos cinco años antes. 
Confieso que me trataba de consolar pensando que si la hubiera conocido, casi instantáneamente me habría enamorado de ella y por eso los designios divinos fueron así y no de otra manera. Eso, reconozco casi con vergüenza que cada página que avanzaba me convencía un poquito más de que ella era una mujer extraordinaria, tanto que lo prácticamente imposible hubiera sido no enamorarse y que probablemente no habrá alguien como ella –al menos no  en este país/continente/hemisferio– por mucho tiempo. 
Fueron dos cosas las que, por encima de las demás temáticas del libro –muy sólidas, por cierto–, me atrajeron definitivamente. La primera, esa forma tan sutil de mirar Jerusalem y los mundos que la habitan, tan desde adentro pero sin ataduras, y sugerir explicaciones de las cosas con delicadeza, sin imponerse pero sin dejar resquicios a la contradicción, con la misma claridad de la Luz de la tarde que visita su texto en varios momentos. La segunda, mucho más difícil de explicar, gira en torno a ese conocimiento de Lo Femenino desde lo femenino, a ese encantamiento irresistible de mujer empoderada,  representante de la Diosa, lo que sea que signifique eso.
Lo que quiero decir es que, si bien todavía no termino de procesar por completo lo que leí y sus implicaciones, entiendo que Seligson tiene una sensibilidad absolutamente diferente a lo que conozco, a lo que me hace sentir cómodo. Una escritura desde otro hemisferio cerebral, una escritura desde lo corporal, palabras echadas en tierra fértil, llenas de sabores desconocidos. Una mirada ya no desde arriba, sino desde junto, desde casi dentro, que nos da miedo porque lo conoce todo, porque sabe nuestros cuerpos y sus defectos, y sin embargo sigue cerca. Así, cómo no enamorarse de Esther Seligson, no?

***


No hay comentarios: