sábado, 3 de julio de 2010

Apología del barrilete cósmico o predicciones de cuartos (2)

Así que el pronóstico de ayer estuvo totalmente equivocado. Me alegro. Brasil jugó horrible, Ghana tuvo todo para ganar, Julio Cesar, el así llamado "mejor portero del mundo" se equivocó en la salida, Holanda no se vio mal y el Loco Abreu hizo alarde de su apodo. Pero sobre todo, Luis Suárez nos demostró cuán relativos suelen ser los errores. Una mano en el borde del área, en el minuto 91, penal en contra. Todo parecía perdido, y Gyan la pone en el travesaño. Tiempos extras sin goles, penales. Cada penal acertado hacía que la sonrisa de Suárez –y la de montones de uruguayos y simpatizantes/villamelones– creciera, hasta desatar la "locura". 
El colmo es que después, el delantero expulsado declara que mientras celebraban todos lo felicitaban de "joda" –o sea en broma– por haber hecho la mejor atajada del mundial. Muchos comentaristas, obvio, tan moralejos y persignados como la tele lo permita, lo tacharon de tramposo, de ladrón, de haber cometido un acto deplorable, que ensucia el futbol. Se puede decir lo que sea, pero el hecho es que la falta fue justamente castigada con la tarjeta roja –y por el hecho de que Abreu hiciera cardiaco el penal definitivo– y que nunca dejará de ser divertido y, por qué no, emocionante que alguien meta la mano en el futbol en la raya de meta, sobre todo si lo hace con picardía. Lo cual nos conduce, indirecta pero inevitable, a una de las predicciones de mañana, que sin embargo, daremos en segundo lugar para vestir de emoción este post.

1. Empezamos con España contra Paraguay. Los españoles, tercos como mulas, insisten en poner a Torres, a pesar de que Llorente jugó muy bien. Sigue Casillas, sigue Iniesta –que todavía no se recupera totalmente–, sigue Capdevilla y sigue Ramos. Toques, mil toques, a la izquierda, a la derecha, atrás, más atrás, ligeramente adelante, a los lados. Una, dos aproximaciones de Villa, siempre disparos hacia el centro sin demasiado peligro. Porque la marca paraguaya no se compara con la chilena. Los sudamericanos salieron con fuego en los tachones, se barren, pelean, no se achican. Partido trabado. Los cronistas españoles lloriquean porque "se está manchando el futbol", porque no los dejan jugar, pobrecitos. Tal vez un gol de Paraguay que pone locos a todos, pero no por mucho. A poco del final, España empata. Tiempos extra, penales. España se va a su casa –y póngame atención, que es Torres o Ramos quien falla el decisivo, yo sé lo que le digo.

2. Y ahora sí, lo importante, Argentina vs. Alemania. El mismo enfrentamiento que se dio en la final de 1986, la de 1990 –la misma que enfrentó a Maradona contra la mafia italiana–, y los cuartos de final, en 2006. La lógica y la historia afirman que Alemania, con un juego joven, vistoso, equilibrado, sobrio, estructurado, siempre limpio va, sin dudas, a ganar. Los señoritos eficiencia, siempre letales y ordenados no podrían perder, simple y sencillamente porque no está agendado en su planeación diaria. Sin embargo, la lógica y la historia se quedan afuera de la cancha. En frente estará Argentina, el ya consumado coco de México. Un bando de marrulleros, bravucones, altaneros, desordenados, pero también atrevidos, bravos –casi salvajes– en la marca, duros de doblegar y sobre todo, brillantes.
Gran parte de los villamelones mexicanos está a favor de Alemania. La herida más reciente no ha cerrado todavía, y nuestra siempre presente incapacidad de reconocer nuestros propios errores también nos hace, en este caso, no reconocer los aciertos de los otros. Y además, como si eso fuera poco, tienen a Maradona en el banquillo. El maestro de la polarización –o sea que uno lo ama o lo odia, sí se entendía, no?–, el mago del 86, el insoportable de toda la vida va sumando cada vez más críticas. Además de ser un creído, fue un mal ejemplo para la juventud al usar drogas y trampas en el fut, armó –el solito– una campal en el Camp Nou, desafió a la mafia italiana y a la de la fifa, se declaró partidario de Fidel, de Chávez y de Evo, participó en la marcha contra Bush, engordó como cerdo y luego fue a una clínica a Cuba para que lo adelgazaran, casó al Kun Agüero con su hija y les dijo "que la chupen" a todos los que decían que no iba a calificar.
Ese es Maradona. El semi-dios más gordo de todos los tiempos, el poeta de los pies y manos –jeje–, el yonki Maradona. El técnico de Argentina que no tenía casi nada de experiencia dirigiendo un equipo. Me acuerdo que en el ESPN decían que Maradona era demasiado soberbio por arriesgar su estatus de leyenda al aceptar esa chamba, que aprendiera de Pelé que se mantenía viajando, tan chistoso el negrito, ganando dinero y apoyando la imagen de los bancos. Pero es eso, precisamente eso, el arriesgue, la picardía, lo que hace de Maradona un tipo increíble. Porque seamos honestos: Qué le costaba no meter la mano en esa jugada contra Inglaterra? El tipo era tan bueno que pudo haber hecho diez goles diferentes, pero metió la mano. Qué le costaba viajar a Sudáfrica como comentarista o como un simple aficionado, y acomodarse en su palco con la playera de su Selección, en vez de tener que estar parado todo el tiempo con esos trajes que se ve que no le gustan? No le costaba nada, y por eso no lo hizo. Maradona es un ladrón, sí, uno de esos ladrones locos que roban más por el desafío del robo que por el botín. Les robó a los ingleses y luego los consoló con el gol más hermoso de todos los tiempos. Y eso es lo que al final cuenta.
Por eso, por no entender más que un solo y muy rudimentario esquema táctico, –Adelante, Ataque, Atrevimiento–, por respetar el talento, por disfrutar el juego y transmitirle un poquito de su gran desfachatez a su equipo, porque el futbol no es un asunto de merecimientos y buenas intenciones sino de goles y engaños y porque la vida y la belleza serán imperfectas o no serán, por eso mañana Argentina gana. Por eso, y por la muy posible presencia de un nuevo barrilete cósmico que surque la cancha con el 10 en el dorso. Como en el 86.

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Seguramente usted, querido lector o lectora, ha visto más de 10 veces el así llamado Gol del siglo, en el que Maradona recorre 50 metros con el balón pegado al pie dejando atrás a por lo menos 6 ingleses. Lo que no es tan probable es que, dado el hecho de que generalmente nos pasan en la tele la versión mexicana, no lo haya visto con la narración de Víctor Hugo Morales, uruguayo que narró la semifinal del 86 y que, al borde de las lágrimas, bautizó a Maradona como el barrilete cósmico. Si no lo ha visto, no pierda más tiempo. Si ya lo vio, vuelva a verlo, y dígame si no sintió la piel chinita. Brrrrrr.

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