miércoles, 14 de abril de 2010

Del Cántico Cósmico, o la recurrencia del big bang a la vuelta de la página

Últimamente me pasa que voy en la calle y se me ocurren cosas para poner aquí, o voy leyendo en el camión –el único lugar en el que puedo leer poesía– y aparece algo que quiero copiar, pero cuando llego a donde hay internet, todo lo que había pensado poner se me olvida. Luego vuelvo a caminar y a leer en el camión y lo recuerdo todo, y así sucesivamente.
Quiero decir, por ejemplo, que estoy en la cantiga 13 del cántico cósmico y hasta ahora mis preferidas han sido la 2:
En el principio
                   –antes del espacio-tiempo–
era la palabra
Todo lo que es pues es verdad.
                                                 Poema.
Las cosas existen en forma de palabra...

, la 5 
si en matemáticas son infinitos los números
 los pares y los impares
¿por qué no una belleza infinita y un amor infinito?
Es una constante de la naturaleza
la belleza.
De ahí la poesía: el canto y el encanto por cuanto todo existe. 
La tierra podría haber sido igual
de funcional, de práctica
sin la belleza. ¿Por qué pues?
Todo ser es suntuario...
y la cantiga 7,  
La relatividad es 
que es relativo el observador. No relativa la realidad
                Electrones, planetas o bolas de billar
¿qué premio Nóbel nos explicará 
por qué estamos en un universo que aprendió a pensar?

Se dice que ninguna teoría explica por sí sola el mundo real
pero yo te digo, muchacha, tu cabellera de ahora, tus ojos negros
se conforman de una forma cooperativa,
obedecen a un plan determinado.
"Un extraño elemento subjetivo en el mundo físico" según Davies.
O que el libre albedrío se inmiscuya en el micromundo...
Me emociona mucho el Cántico Cósmico. Por un lado me parece una transgresión de Fe, un desafío a la posibilidad de concebir el mundo sin que alguien lo concibiera, un ejercicio casi enciclopédico de explicar la creación en boca de muchos pueblos, en boca del propio poeta, un homenaje al orden ilógico del universo con una reproducción a escala. Pero por otro lado es un desplante de de poesía viva, lo mismo en los recorridos interestelares que en el amor de un muchacho y una muchacha, en la segunda ley de la termodinámica o en "las bocas separadas volviendo al lento beso". Es increíble, verdaderamente increíble, pensar que ese señor, que poco a poco pasó –se puede ver en las fotos– de un aguerrido revolucionario lleno de furia a un viejito sabio y bonachón haya podido escribir algo así. 
Lo pienso una y otra vez: No quiero entenderlo, no me interesa aprender de ciencia, reconocer los argumentos que ofrece frente al agnosticismo, ni el aspecto social ni la vida religiosa; me interesa la poesía, la intensidad de la creación de las palabras, con las palabras, en palabras, la posibilidad de asistir –una y otra vez, siempre que se abre el libro– a la creación del universo, al big bang que ocurre todo el tiempo, en todos lados, en cada cosa que vemos después de comenzar a ver. 

***

Y otra cosa, por lo demás, terriblemente educativa:
si un muchacho se enamorara de una muchacha de antimateria
(dicen) su amor no podría ser sino platónico...

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