Desde hace ya algún tiempo hay una cosa que, en mayor o menor medida, dependiendo de la gente en turno, me preocupa. Para explicarlo, exploremos un poco el terreno de lo posible:
Digamos que hay alguien a quien conoces poco pero desde ya algún tiempo y que en verdad te gusta mucho, alguien que te parece casi totalmente irresistible, al menos dentro de lo poco que conoces. No sólo eso, digamos que un día, la –y aquí las lectoras podrán convertir el género de éste y otros marcadores en el género de su preferencia– invitas a salir y te dice que sí. Convienen hora, lugar y bebida en turno –probablemente a estas alturas sabrás que no le gusta o no puede tomar café, y, haciendo caso omiso a los sabios consejos de quien se encarga de darte sabios consejos, decides que no importa, que no es gran cosa eso de la incompatibilidad del café, y vas a lo seguro invitándole una la cerveza. Te vistes como supones que debe agradarle a ella. Se encuentran, aunque ella llega tarde para hacerte ver quién manda aquí. Pero no hay problema. Ambos sonríen, caminan rumbo al lugar en donde beberán una cerveza. Piensas que definitivamente valió la pena esperarla. Y que mientras no digas o hagas alguna estupidez, todo saldrá bien –lo que sea que eso signifique para usted.
Ya pasó una hora, y han hablado de sus respectivas tesis –ella debe hacer su tesis de maestría y tú, con la pena y todo, hablas de tu tesis de licenciatura–, de proyectos a futuro, de lo que han leído –y obvio que tú no has leído nada– últimamente. Todo va de maravilla, hasta que alguien –probablemente tú, que te enorgulleces de estar a 59 G de reventar la memoria de tu compu gracias a todas las descargas– trae a la mesa el tema de la música. Sí, dices que te gusta la música, que tienes un pasado oscuro y una banda imaginaria y que tocas prácticamente todos los instrumentos. Y de pronto, lo inimaginable. Ella te dice que está justo en su etapa Alejandro Fernández, o Fey, de la nueva versión de la academia o alguna cosa de esas que tú has detestado desde siempre sin decirlo, ya sea porque eres muy fresa cuando se trata de preferencias musicales o por simple inercia de lo "intelectual" que fuiste en otra época. Y a pesar de todo, tratas de escucharla sin reírte. Asientas con la cabeza, sonríes, le dices que claro, que toda la música puede ser apreciada. Tratas de cambiar el tema, pero ella se empecina en seguir hablando de su música. Ahora dice que Búmbury es lo máximo, que le encanta maná y caifanes y sabe Dios –a estas alturas ya no la escuchas, tratas de poner atención en la música de fondo del bar al que tú decidiste venir porque generalmente jazz– qué otras cosas.
Y no para de hablar porque en realidad le apasiona el tema. Ahora escuchas –como desde lejos– cómo te dice que las letras de las canciones dicen tanto, que son el cúmulo de la sabiduría popular, por ejemplo la canción –reggaetonera– de pobre diabla, es increíble. Tú no aguantas la risa, porque si bien has bailado reggaeton y escuchado música basura en diversos lugares que no viene al caso recordar ahora, no crees –en absoluto– que las letras de las canciones tengan algo de profundo, o siquiera pretendan algo más que rellenar los espacios de la canción en los que el bufer no zumba durísimo.
Y es entonces que te das cuenta. No va a pasar nada con ella. No podría pasar nada. Puede más tu orgullo musical, tu oído "educado" –jaja– que las ganas de estar con ella. Te cuestionas sobre la validez de este supuesto hallazgo. Será posible que prefieras la música a la chica que siempre te ha gustado? Pues sí, qué le vamos a hacer. Tal vez un berrinche y escapar tan pronto como sea posible –así es como debe terminar la historia oficial.
Espero que esta breve historia haya ilustrado el punto. Si no, lo diré de forma aún más breve. Me niego rotundamente a rebajar mis ideales musicales. Suficiente ha sido con rebajar el resto de mis ideales. El último bastión es la música. Antes pensaba –lo confieso– que la tolerancia era importante, que en realidad no había mejor música que otra. Hoy creo que me da lo mismo la tolerancia, sí creo que hay oídos educados de la misma manera en que hay gente más educada, gente más decente, gente con clase pues.
Así, creo es que habemos dos tipos de escuchas: Los primeros disfrutan de la música tal y como la escucharon en el radio. Se niegan a escuchar nuevas bandas a menos que esas bandas sean recomendación directa de su gurú –porque generalmente tienen un gurú con pinta de conocedor y audífonos de astronauta– o en su defecto, de la radio. Les da lo mismo el género, lo importante es la letra. Especial énfasis en las canciones que "llegan al corazón" cuando están borrachos, y obvio que la cantarán a gritos. Detestan las versiones de sus canciones preferidas porque simple y sencillamente "no suenan igual". Pero sobre todo, suelen indignarse cuando "su música" no te gusta. Suelen acompañar ese disgusto con comentarios desaprobatorios como "pues qué raro eres", "qué fresa", o lo que es peor, "entonces no sabes nada de música".
Los segundos, en los que orgullosamente me incluyo –y mi trabajo me ha costado– se distinguen fundamentalmente por colocar su atención en la música más que en la letra. También tienen gustos definidos, tienen altares intocables y héroes invencibles, pero creen que deben mantenerse al día. Sí, conocen las tendencias del bilboard grupero, pop y rock del momento, pero se enfocan en el género de su preferencia. Se enorgullecen de conocer bandas que nadie más conoce, y disfrutan de crear pseudo-sociedades-secretas de admiradores de determinado músico o banda. Tararean las canciones, mueven los pies sigilosamente, y sólo en casos extremos –generalmente con canciones de regina spektor– cantan a gritos, porque sería ilógico no hacerlo. Y lo peor de todo, a pesar de no externar su preferencia por lo indie –otrora underground–, reciben cuantiosas faltas de respeto de parte de aquellos que los consideran raros-escuchas. Ellos reciben, con un poco de resignación y otro de malicia, cada intento por degradar sus gustos. Si supieran...
2 comentarios:
mmm me ha pasado y de igual forma escapo de esas personas. . . no me siento la conocedora del mundo pero es insoportable hablar con personas así!!!!
mmmmmm espero no sea la chica psicópata de la que salgo corriendo siempre. . . jajajaja. . . es en serio
cuál chica psicópata???
recuérdame el momento
aunque probablemente sí sea
jeje
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