sábado, 1 de noviembre de 2008

Una temporada de esperanza

Fue, precisamente en la última reunión de lo que Gina llama "la cofradía del café", que nos dimos cuenta. Hace mucho que no tengo tele en casa, y tuve que preguntar cómo había quedado el primer partido de la serie mundial. Ni Luis ni Renato sabían, así que consultamos con Mr. O'mongus. Mientras, me di cuenta de algo, y lo dije tan pronto me vino a la cabeza: Esta serie mundial es crucial para la vida de muchos, no sólo para los beisboleros, sino realmente para muchos.
A mediados de año se declaró que los Phillies de Philadelphia son el equipo más perdedor de todas las ligas deportivas de los US. Más que los equipos de expansión. Más que los canadienses. Más que las chivas USA. Y para que no se olvidara, cada cronista, comentarista, narrador o informador que hablaba de beisbol decía eso. El equipo más perdedor. (Hasta más que los redsoxs)

Sin embargo, esta máquina de derrotas llegó a la serie mundial. En esos momentos -hace como una semana- nos enteramos que había ganado, y lo pude ver claramente. Los Phillies representan a todos los perdedores del mundo, aquellos que se han -nos hemos- esforzado, que luchan pero que simplemente no pueden ganar. Esos que pierden consecutivamente, y quienes los rodean se regodean en sus derrotas. Así que, si los Phillies habían llegado hasta aquí, sólo podría haber de dos sopas. Por un lado, el mérito de haber llegado hasta la serie mundial puede ser la corona perfecta para la filosofía de perdedores. Por otro, la esperanza, hace ya tanto tiempo dada por perdida, puede resurgir, con un batazo, con un lance espectacular que corte la carrera de algún toletero insolente, que ose atentar contra una victoria necesaria, una victoria que se hizo del rogar por tanto tiempo y que hoy merecemos.
Phillies ganó. Y ganó 4-1, de manera contundente, aunque no sin cierta dosis de temor tras la suspensión del quinto partido. La lluvia, y luego el aguanieve, casi frenan la maquinaria de la victoria. Pero al final de cuentas, ganó. Es cierto que le tomó veintiocho años ganar una serie mundial, y es cierto que en el camino perdió más que ningún otro equipo. Pero volvió a ganar. Las conclusiones, damas y caballeros, perdedores sin esperanza o "ganadores" ad aeternum, la sobtiene cada quien. Yo, vuelvo a esperar. Con todos los récords en contra, con una mínima inversión en jugadores, con las palabras de los cronistas en mi contra, el clásico de otoño hace caer las hojas que quedaban en el árbol. Y si no, quedan muchas otras temporadas.



No hay comentarios: