sábado, 8 de noviembre de 2008

Beneath the underdog


Antes de leer las memorias de Mingus, creía que él y yo nos parecíamos, que teníamos algo en común. Probablemente era el tono, la atmósfera que se puede escuchar en rolas como Better git in your soul. Ahora, después de leer casi rabiosamente el libro, con un poquito de ese temblor que nos invade al descubrir una mentira que nos daba miedo, me doy cuenta de lo contrario. 
Mingus era un monstruo sensible. Un verdadero monstruo, semi-dios, máquina de amores, poeta de los sonidos, del ritmo. Profeta de las musas, proxéneta, creyente incansable. Mingus era un ser humano intenso, lleno de voces, atormentado muchas veces por ellas. Y sobre todo, Mingus tenía una vida intensa desde la infancia. Por mi parte, yo soy un semi-hombre, clasemediero, mayoritariamente patético. Cobarde de experiencias, timorato, escondido tras las faldas de la tristeza. 
Mingus tuvo en un día muchas más mujeres de las que yo siquiera conoceré en la vida. Pero, para ser honestos, no me importa. Últimamente me he dado cuenta, casi clarividentemente, que no me importa eso. La verdad es que lo único que me importaría en este momento sería conocer a una mujer suficiente para mí. Suficientemente inteligente, sensible, fuerte y débil según sea el caso, con quien tomar café sin la necesidad de convencerla, compartir los gastos del supermercado, quejarme de mis alumnos, mostrarle mis proyectos de poema. Una mujer que sepa exactamente cómo me gusta que esté hecha la cama. Que limpie la mitad de la casa una vez por semana, que mantenga conmigo el orden de donde vivimos, un orden pendiente de un hilo. Que le guste el futbol -y si se puede, que le vaya al pumas- y que vaya conmigo a jugar tennis, o frontón, o que sea mi equipo para las retas de basquetbol. Una mujer que no se tiña el cabello cuando envejezca, y que no me pida que me corte el cabello, la barba o el bigote. Una mujer, que es única, que tal vez no exista, y que vale -para mí- por todas las mujeres de este mundo.
Es ella, y no ninguna otra, la que me interesa. Si alguien la conoce, sólo dígale que yo cocinaré frecuentemente. Y que la mesa siempre la pongo para dos.

No hay comentarios: