lunes, 5 de noviembre de 2012

Despedida, un poema de Jorge Teillier

Son las tres de la mañana y yo debería estar durmiendo para despertarme mañana y volver al df, pero, además de sincronizar mi ipod y cambiar música, no quería dejar de poner aquí algo que considero importante. Estuve leyendo a Ángel González las últimas dos semanas, y estoy muy contento, porque es un poeta maravilloso y porque he podido aprender mucho y conmoverme con muchos poemas, pero también porque era un poeta al que no había leído con detenimiento. Ahora pienso que hay muchísimos poetas que he leído de pasadita por no parecerse a lo que yo mismo me he construido como gusto, y creo que es un buen tiempo para explorarlos, disfrutarlos y aprenderles algo.
Así, en el camión del DF a Puebla le encajé el diente a Los dominios perdidos de Jorge Teillier y, aunque encuentro un poco distante la tradición sudamericana, sobre todo por el abandono de la musicalidad de los versos, me parece maravilloso la fuerza, la potencia y al mismo tiempo la delicadeza y el encanto para decirlo todo. Hay, sobre todo, un poema que me pegó porque tiene que ver con mi proyecto breve manual de despedidas (no se olviden de visitarlo: http://brevemanualdedespedidas.tumblr.com) y un poco con lo que estoy viviendo en estos momentos. Y de nuevo, como en los evangelios, qui potest capere.

Despedida 

...el caso no ofrece
ningún adorno para la diadema de las Musas.
Ezra Pound

Me despido de mi mano
que pudo mostrar el paso del rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.

Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían los ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.

Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.

Me despido de las Virtudes y de las Gracias del planeta:
Los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino,
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.

Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
--la sal y el agua--
de mis días sin objeto

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.


(Disculpen la mala disposición del texto, principalmente del epígrafe, pero siempre es el problema eso.)
También pongo una versión que se puede oír en youtube, y que al parecer tiene la primera versión, de 1961, frente a esta que es la edición del FCE de 1992. Tiene su buen encanto.


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