lunes, 15 de noviembre de 2010

Dejar de quejarse (y un poema de Zbigniew Herbert)

La verdad es que ahora sí ni siquiera tengo gran cosa que decir por mí mismo en este blog. Acaso que ando en un mood shalaloso del tipo "deja de quejarte, que hay otros que están jodidos de a de veras, no como tú que no haces nada y te quejas de todo". Eso y que, ahora que sé cómo tocar medianamente bien el cuatro, estoy decidido a tocar la jarana. Ya tengo un manual y aunque la que tengo no es de cuerdas dobles, ya vi que sí funciona con la afinación de 4 + espejo. En fin, que hay mucho que hacer, suficiente como para no estar lloriqueando y dedicarse finalmente a lo que le viene en gana a uno. Si quiero haré poemas, si quiero canto, y si quiero –debo querer, más por orgullo que por otra cosa– haré mi tesis. Aunque no me paguen por hacerla.

***

Desde hace ya un buen tiempo, mantengo correspondencia con una amiga, poeta de Polonia. Es divertido darse cuenta de que hay, del otro lado del mundo, alguien preocupado por cosas que también te preocupan, con intereses parecidos y afinidades sorprendentes. Una vez me contó sobre Zbigniew Herbert, su poeta favorito de todos los tiempos, y aunque en el momento fui negligente, la semana pasada me encontré con algunos poemas en una antología del Material de lectura de la UNAM. Si bien me encantaría poder leerlo en polaco, la traducción es linda. Aquí va el poema que más me gustó, el preferido de Ela, mi amiga la poeta.

MENSAJE DEL SEÑOR COGITO  
 
Ve sigue a los otros los que alcanzaron su oscura meta, 
vellocino dorado de la nada —tu premio final 
 
Levanta la cabeza entre los que andan  
arrodillados o dan la espalda  
entre los que yacen 
 
No has sido salvado para vivir 
poco tiempo te queda da tu testimonio 
 
Sé valiente si la razón te falla 
al fin de cuentas sólo cuenta eso 
Que tu inválida Ira sea como un mar 
cada vez que oigas las voces abatidas de los torturados 
que no te abandone tu hermano el Desprecio 
frente a espías verdugos y cobardes 
 
serán ellos los que ganarán 
con un profundo alivio arrojando tierra 
sobre tu ataúd 
el gusano no faltará para corregir  
tu biografía 
 
y no perdones no tienes el poder 
de perdonar en nombre de los traicionados en la luz 
del alba 
 
pero líbrete dios del menor orgullo  
en el espejo contempla tu cara  
de payaso repitiéndote: he sido llamado  
¿no había mejores que yo? 
 
guárdate de ser árido ama los manantiales  
de la primera luz las desconocidas aves  
y robles del invierno 
 
un brillo sobre el muro un esplendor del cielo 
no necesitan calor de tu aliento 
nada más dicen esto: no tienes remedio 
 
y no te duermas si una luz en los montes  
te llama: levántate sigue  
hasta que en el pecho la sangre conmueva  
tu oscuro astro 
 
repite los antiguos conjuros humanos 
las fábulas las leyendas 
así conseguirás el bien que nunca será tuyo 
repite las grandes palabras repite insiste 
como los otros los que caminaban 
por el desierto quedándose en la arena 
 
por todo esto algo te darán  
azotes de burla golpes de cuchillo 
 
sigue —sólo así serás admitido 
a la santa congregación de las calaveras 
frías de tus ancestros —Gilgamés Héctor Rolando 
defensores del reino sin fin 
de los muros en cenizas 
 
Se fiel Sigue 


Tan pronto lo leí, le pedí a Ela –porque ella se llama Ela– que lo leyera en voz alta y me lo grabara. Suena muy bien, pero, salvo que los lectores y lectoras estén bien curtidos en hablar polaco, creo que es mejor respetar su voz y mantener la grabación sólo para su servilleta. Gracias Ela por soportarme a la distancia tanto tiempo.

(para leer completo el número 31 de la antología de poesía polaca del material de lectura UNAM, pulse aquí)

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