lunes, 2 de noviembre de 2009

paletas de mandarina, o Just don't let it be the last time

Tenía que suceder. Era de esperarse, era cuestión de tiempo. Y sin embargo, pudo ser peor, sencillamente porque siempre puede ser peor. Ahora me siento tranquilo, como con un hueco en el estómago, sí, pero por lo menos tranquilo. Y por si fuera poco, siempre tendremos a Rubén Bonifaz Nuño. Recibí tu mensaje, y pensé precisamente en ese fragmento que dice "Hay veces que ya no puedo con tanta/ tristeza, y entonces te recuerdo./ Pero no eres tú. Nacieron cansados/ nuestro largo amor y nuestros breves/ amores; los cuatro besos y las cuatro/ citas que tuvimos. Estamos tristes.".
Tengo fresco todavía el día después de haberte conocido. El día en que nos topamos en la escalera de la DAE y no me reconociste, pero yo sí. El mismo día que comimos juntos y yo me moría de la pena por ser tan poco hábil para eso de las citas. Y sin embargo, quisiste tomar café. Y todavía después fuimos por una paleta, la mejor paleta de hielo que he comido. Me quedo también con la madrugada desde tu ventana, y con un sábado de desayuno en Cholula, con las muy contadas horas en que bebimos café antes de que entraras a trabajar, las veces que caminamos juntos, las veces que esquivamos las palabras amargas para estar felices. Pero hoy, estamos tristes.

Aquí el poema de Don Rubén Bonifaz Nuño, tan bonito y tan perfecto, acompañado de la canción que más canté mientras no estabas aquí Last time de Paul Baribeau –siempre que me despedía de ti, mientras miraba tu coche alejarse, cantaba "just dont let it be the last time, you come into my life...".



¿Cuál es la mujer que recordamos

al mirar los pechos de la vecina

de camión; a quién espera el hueco

lugar que está al lado nuestro, en el cine?

¿A quién pertenece el oído

que oirá la palabra más escondida

que somos, de quién es la cabeza

que a nuestro costado nace entre sueños?

Hay veces que ya no puedo con tanta

tristeza, y entonces te recuerdo.

Pero no eres tú. Nacieron cansados

nuestro largo amor y nuestros breves

amores; los cuatro besos y las cuatro

citas que tuvimos. Estamos tristes.

Juntos inventamos un concierto

para desventura y orquesta, y fuimos

a escucharlo serios, solemnes,

y nada entendimos. Estamos solos.

Tú nunca sabrás, estoy cierto,

que escribí estos versos para ti sola;

pero en tí pensé al hacerlos. Son tuyos.

Ustedes perdonen. Por un momento

olvidé con quién estaba hablando.

Y no sentí el golpe de mi ventana

al cerrarse. Estaba en otra parte.

      Los demonios y los días, 1956

1 comentario:

elarboldorado dijo...

Me ganaste con lo del poema!!!